Ladytron |
Hace
unos diez o doce años mis padres me regalaron mi primer reproductor mp3. Creo recordar que tenía una capacidad
de cuatro gigabytes, igual no eran
cuatro y eran dos, el caso es que a mí entonces se me antojaba muchísimo. El
problema es que no sabía qué meter dentro. Mis conocimientos musicales se
limitaban por entonces a los singles
que anunciaban en la tele con colores chillones, pidiéndote que enviaras un mensaje
de texto con tal palabra a tal número para que te enviaran al móvil lo último
del artistucho del momento. Y durante un tiempo, circularon por mi mp3 temas de Rihanna, de Shakira, de
Lady Gaga y de Britney Spears, me dediqué a engullir como un pato toda la
mierda que los medios de masas me echaban a la boca. No duraría mucho esto, por
suerte. Pronto llegaría la adolescencia, y con ella ese sentimiento de estar en
el lugar equivocado que me ha acompañado siempre desde entonces, esa necesidad
de escapar, de buscar ser otra cosa. Busqué refugio en el rock, y durante un tiempo encontré consuelo en Alice Cooper,
Foghat, Ozzy Osbourne, Judas Priest, Kiss...
Ladytron |
Al
rock clásico le debo mucho. Le debo
el haberme enseñado a apreciar toda la belleza que se puede extraer de una
guitarra, le debo el haberme enseñado a apreciar la música no solo como
distracción, sino como objeto artístico valioso, y sobre todo, le debo el
haberme ayudado a sentirme menos solo. Sin embargo, el rock también me trajo otras cosas, en esta época se fue gestando en
mí un intenso sentimiento de rechazo hacia cualquier forma musical mínimamente
alejada de la formación guitarra-bajo-batería-voz, cualquier sonido que me
sonara a sintetizador me repelía. No he conocido género musical con un público
más radical que el del rock, y sobre
todo, el del metal, son géneros a los
que se les rinde un culto casi religioso, tratándose al resto de
manifestaciones musicales como heréticas. Hay entre los seguidores del rock un fuerte componente tribal, de adoración
al líder y desprecio al otro, una defensa delirante del dios rock, único y todopoderoso... Es algo
que da bastante lástima, y es difícil hablar de ello sin que lo tachen a uno de
trivial, incoherente o a saber (hereje), pero es así. Y yo me lo tragué de
lleno. No podía escuchar ninguna otra cosa, no me parecían formas musicales
legítimas, para mí todo lo demás era plástico, basura falsa. Y un día me topé
con Ghosts, de Ladytron.
Ladytron |
No
sé qué fue: si fueron esos riffs que
abren la canción, si fue la voz dulce y triste, pero al mismo tiempo decidida y
sensual de Helen Marnie, si fue la estética oscura de los miembros del grupo,
si fueron los conejitos del videoclip...
El caso es que ese fue el puente que me llevó, poco a poco, del rock a la música electrónica. Con el
tiempo he empezado a creer que fue cuestión de magia, si no fuese así tendría
que recurrir con demasiada frecuencia a la palabra azar para intentar explicar mi vida. En Ghosts hay una alta dosis de irracionalidad, es una canción de
contradicciones, un tema sobre esa parte del espíritu que desea algo contrario
a lo que manda el ego, las guitarras se confunden con los sintetizadores, y
Helen repite obsesivamente esas líneas, There's
a ghost in me / who wants to say 'I'm sorry', / doesn't mean I'm sorry. En
esta canción está la tristeza de quien se sabe arrastrado inevitablemente al
error y al dolor, la melancolía de la bestia humana. Y esto, en mayor o menor
medida, está presente en toda la discografía de Ladytron.
Portada de Best of 00-10, Ladytron, 2011. |
Después
llegarían a mi mp3 Light & Magic y Witching hour, dos títulos con un sonido más electrónico, con mayor
cabida para lo etéreo en el caso de Witching
hour, que me sirvieron para acabar de integrarme en este, para mí, nuevo
sistema de sonidos extraños y atrayentes. En ambos discos hay grandes hits, Light & Magic cuenta con temazos como Seventeen y Blue jeans, y
en Witching hour está Destroy everything you touch; todas
ellas canciones indispensables en cualquier fiesta que se precie, todas ellas
adictivas, energéticas, y al mismo tiempo, sensibles, humanas (en el caso de Seventeen, su humanidad está en su
sátira: un tema de electrónica robótica, mecánica, que satiriza sobre el
microcosmos de la pista de baile, en el que se encuadra). Por otro lado, lejos
de esos hits más bailables, hay en
ambos discos otros temas más etéreos, en los que la magia toma mayor
protagonismo, temas que invocan energías inconscientes, como Soft power, Light & magic, Beauty*2
y All the way. La voz aterciopelada
de Helen Marnie cobra aquí especial protagonismo, filtrada por diferentes
modificadores electrónicos, pero siempre igual de hechizada, siempre levitando
como en un sueño sobre sonidos imposibles, siempre invocando fuerzas extrañas y
hermosas. Ambos discos tienen sus aciertos y sus errores, quizás pequen de una
extensión excesiva, pero configuran un sonido único que creo que es la esencia
de Ladytron.
Finalmente
llegamos a 2011, Ladytron lanza dos discos importantes: un nuevo album de estudio y un recopilatorio de
grandes éxitos. El nuevo album,
titulado Gravity the seducer, muestra
a unos Ladytron soñadores, fríos, distantes, un tanto apocados... Explota al
máximo la faceta más preciosista del grupo, hasta el punto de que apenas hay en
el disco otra cosa que no sean baladas etéreas. Algunas son extraordinarias, White elephant, Ace of Hz y Ninety degrees
son algunos de los temas más bonitos que ha compuesto la banda, pero no hay
aquí hueco para esa energía que desprendían en el pasado temas como Blue jeans y Playgirl. El recopilatorio de grandes éxitos, sin embargo, es una
maravilla. Y yo no soy partidario de este tipo de discos, pues normalmente
suelen ser un desastre, una amalgama caótica de singles económicamente rentables. Pero en este caso, creo que Best of 00-10 consigue lo que no
consigue ningún otro disco de Ladytron: ofrecer un continuo trance desde que
comienza hasta que acaba. Es un recopilatorio en el que no se respetan los
principios básicos que suelen regir el proceso de recopilación musical, pues no
obedece tanto a la popularidad de los temas seleccionados como a su calidad
musical, quedan fuera temas como Sugar,
uno de los singles más conocidos del
grupo, a favor de temas como Discotraxx
o Season of Illusions, temas menores
en su discografía que en esta lista de grandes éxitos se engrandecen y brillan.
La ordenación de las pistas hace que la música fluya sin cortes, sin
extrañamientos, que un tema confluya en el siguiente y la calidad no decaiga,
que exista un equilibrio entre todas las facetas de Ladytron. Por ello, creo
que cualquiera que quiera acercarse a ellos, debería hacerlo a través de este
diamante en bruto que es Best of 00-10,
y para un admirador de la banda de largo recorrido, no habrá mejor forma de
volver a ellos tras estos cinco años de inactividad, que escuchar este disco.
Ladytron
es probablemente otra de esas bandas de electropop
oscuro que surgieron en Inglaterra a finales de los noventa y principios de los
dos mil, una más, otros niñatos con suficiente dinero como para pagarse unos
sintetizadores, vestirse de negro y parecer super guays, seguramente tiras una
piedra y te salen veinte Ladytron, pero para mí fueron un grupo especial que me
abrió la puerta a un mundo alucinante. Y sentaron ciertas bases, ciertas
tendencias, que ningún grupo ha conseguido superar a día de hoy. No ha habido
otra Helen Marnie, y las ha habido que han intentado serlo: sin ir más lejos,
Alice Glass (y no diré más al respecto de esta comparación Marnie/Glass, pero
hay mucho que decir). Así que larga vida al tecnopop,
larga vida a Ladytron, y larga vida a la música.
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