30/10/16

Caminos circulares: reseña de Maximizing the audience, de Wim Mertens (1988)

Portada de Maximizing the audience, Wim Mertens, 1988.
La música puede hacer posible lo imposible, ejemplificar de manera concreta conceptos abstractos cuya asimilación puede resultar casi imposible para la mente humana. Tomemos por ejemplo la escalera de Penrose: una escalera circular que nunca deja de subir, un ascenso infinito. El concepto de la eternidad, tan ligado al de la infinitud, es imposible de razonar para un ser temporal como el humano. Sin embargo, nos podemos acercar a él mediante la música. Y esto es lo que hace Maximizing the audience: construir escaleras infinitas, laberintos espirituales sin salida terrenal, caminos mentales para inducir al trance, arquitecturas imposibles de una belleza etérea.
Ascending and descending, litografía de Maurits Escher, 1960.
Wim Mertens construye sus canciones (y no puedo utilizar otro verbo que el de construir para referirme a su proceso creativo) como si de un hipnotista se tratase, haciendo balancearse las notas en ciclos perfectos, meciendo nuestra mente como una cuna, alejándonos del razonamiento convencional para entrar en otro mundo, un mundo en el que veinte minutos pueden ser un instante, un pensamiento, una fotografía, un recuerdo. Y ese mundo es un mundo antiguo, aristocrático, recargado y obsesionado con una belleza ostentosa, como un palacio rococó, un poema modernista o un vestido de la belle époque, un mundo ornamental e imposible, ideal y, en cierto sentido, cruel.
Es curioso, porque emplea un lenguaje minimalista, casi de vanguardia (no hay más que escuchar la primera pista del disco, Circles, para percatarse), y sin embargo lo que hace con él es transportarte a una estética obsoleta, una estética que no tiene ya sentido más que como pieza de museo, en un mundo pragmático y mecanizado como este en el que vivimos, un mundo postindustrial, dicen que postmoderno, en el que lo importante es que todo sea sistemático, productivo y efectivo, donde no hay cabida para grandes obras mastodónticas debido al empoderamiento de la burguesía, demasiado hipócrita o demasiado miedosa. Wim Mertens nos aleja, utiliza la hipnosis y nos devuelve a esos palacios de cristal imaginados de los libros de historia y los cuentos de hadas.
Comienza de una forma seca y desasosegante, con un clarinete que es como un martillo, que repite cada periodo melódico exactamente igual hasta cinco veces antes de introducir ninguna variación. Interpreto este Circles como el tema de Maximizing the audience que sirve de puente entre el mundo actual y el mundo preciosista del disco. Ese clarinete acaba construyendo una melodía ultra-pomposa, sobrecogedora, de proporciones épicas, pero tarda veinte minutos en hacerlo. En ese tiempo la mente deja de racionalizar lo que está escuchando, entra en un estado de semi-inconsciencia semejante al sueño o al delirio para dejarse arropar por el sonido, ese sonido repetitivo que de cualquier otra manera podría ser una tortura, un sonido que si lo racionalizamos puede volvernos locos. Está allanando el terreno.
Posteriormente viene uno de los temas que, para mi gusto, deterioran el conjunto: se trata de The fosse, un tema breve cantado y a piano, que no deja de ser una versión algo más comercial del tema siguiente, Lir. Maximizing the audience, como su propio título indica, tiene una pretensión abarcadora, es un disco que quiere llegar a un público amplio, y por ello es un disco contradictorio, donde a veces resulta obvia esta intención de satisfacer al público traicionándose el creador a sí mismo (en The fosse y en el tema titular del disco esto resulta obvio). The fosse utiliza la misma melodía que después se desarrollará en todo su esplendor y plenitud en Lir, pero se reduce a cuatro minutos y medio y se combina con una voz para poder funcionar entre el gran público. En cierto modo, este tema no deja de ser parte de ese mundo aristocrático y artificioso en el que nos pretende introducir el disco, pero resulta un poco chocante. Es necesario que llegue el tema siguiente para volver a ese estado de integración mental que construye Mertens.
Así pues, llega Lir, que es, con Whisper me, uno de los temas más bonitos del disco. Al igual que Circles, estos son temas largos, progresivos y repetitivos, difíciles de asimilar racionalmente. Pero a diferencia de Circles, estos dos temas parten desde el principio de una instrumentación preciosista, cargada de sentimentalismo y florituras, es música de cristal, de princesas tristes y caballos blancos. Lir lo logra únicamente con el piano, en Whisper me, más sombría, se consigue con las cuerdas, el piano, y la voz del propio Mertens, una voz que induce al sueño, o a un estado aún más profundo de inconsciencia, desvaneciéndose lentamente.

Whisper me es un perfecto tema de cierre para un disco como Maximizing the audience, similar a la segunda parte de Tabula rasa, de Arvo Pärt, Silentium. Funciona como una deconstrucción de todo lo escuchado hasta ese momento, en un disco extenso, de más de una hora de duración, ves cómo el artista trata de borrar todo lo que ha dibujado hasta ese momento, como un boceto que se moja y se diluye bajo la lluvia, como un recuerdo que se pierde en la memoria. Supone el fin de un disco y una época, una vuelta triste a una realidad de hierro, una realidad de ruido, sin música.

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