19/6/16

De gaticos y coyotes: Crónica del Sónar 3/3

Cartel promocional de Sónar 2016
Pues aquí estoy, con una hamburguesa inmunda dándome vueltas en el estómago, sentado en una butaca rígida de metal en la estación de Sants dos horas antes de que salga mi tren de vuelta al infierno (por el calor, se entiende). El Sónar ya ha acabado. Y, definitivamente, ha sido la hostia. Ayer, como vaticinaba, habría tres conciertos importantes: Kaytranada, New Order y, sobre todo, Oneohtrix point never. Pero yo ya estaba dando vueltas por el Sónar de día desde las dos y media. Dejad que os cuente.


Ison en el Sónar village
El día comenzó con una sesión de DJ de Ison en el Sónar village… Bueno, no, empezó antes, pero yo llegué entonces. Estuvo bien para ir calentando motores, pero nada más. La cosa no empezaría a ponerse caliente de verdad hasta la llegada de Badbadnotgood y su fantástico jazz. No sabía nada de este grupo, pero a partir de ahora tengo claro que hay que seguirles la pista. Lo primero que me llamó la atención de ellos fue su aparente juventud (y digo aparente porque no la he contrastado aún), cuando los vi aparecer en el escenario del Sónar village me dio la impresión de que eran unos críos, que no debían de ser mucho mayores que yo. Y bueno, pues tienen una presencia tremenda en el escenario, en su repertorio se encuentran tanto temas propios (creo) como versiones, de las que destacaría muy especialmente la que hicieron del tema de Flying lotus “Putty boy strut”. Se comieron el escenario.

Yung Lean en el Sónar hall

Badbadnotgood en el Sónar village

También pude ver un poquito de la actuación de Yung Lean, un rapero sueco un poco hortera para mi gusto. Realmente, el único motivo que tengo para nombrarlo aquí es que por culpa de ir a verlo no llegué a tiempo de coger sitio en el Sónar complex para ver la actuación de Alva noto. Aunque, según he oído, tampoco fue para tanto. En general, todo esto es una excusa para hablar de Oneohtrix point never, qué coño.

Oneohtrix point never en el Sónar hall
Cuando llegué al Sónar complex y vi la cola que había para entrar a ver a Alva noto, decidí no perder más el tiempo allí, e irme a perderlo en un lugar mucho más interesante: pegadito al escenario del Sónar hall a esperar durante una hora que empezara Oneohtrix point never para poder verlo en primerísima primera fila. Por suerte, allí pude comprobar que no era el único friki dispuesto a esperar una hora sin hacer nada solo para ver a OPN en directo desde bien cerca, así que la espera pudo hacerse más breve con algo de compañía. En algún momento se dejó ver Daniel Lopatin en el escenario, vestido como siempre, de manera que, si no sabías quién era, te pensarías que era un técnico de sonido más. Pero yo sabía quién era.

Oneohtrix point never en el Sónar hall
En fin, pasaron los minutos y, finalmente, dio comienzo el espectáculo. Y qué decir de ese espectáculo… Es difícil. Lo primero que puedo decir es que es bastante diferente a todo lo que he visto durante el festival. Aunque eso que he dicho hay que matizarlo, por muy fan que sea, tengo que ser justo en mi comentario. El show de OPN cumple todos los requisitos para estar en el Sónar: aprovechamiento de los recursos extramusicales del escenario, pantallas LED a los lados y proyección al fondo, juegos de luces y humo (aunque no tanto como en King Midas sound & Fennesz, menos mal). Las diferencias empiezan ahora. En primer lugar, está el asunto del guitarrista. La mayoría de productores de música electrónica van solos al Sónar, llevan un Mac y con él dan el concierto. Oneohtrix point never llevaba un guitarrista. También llevaba un micrófono con el que transformaba su voz en un alarido gutural que sonaba procedente del mismísimo infierno (cosa que me sorprendió, habría esperado que reprodujera voces pregrabadas. De hecho ni siquiera sabía que las voces que suenan en sus discos las grabara él). Y lo del micrófono es un detalle importante, pues en determinado momento del concierto le dio por dar las gracias al público y decir las cuatro chorradas sobre Barcelona que dicen todos los que actúan en el Sónar… Pero lo hizo sin desactivar el filtro del micrófono. Así que más que como un agradecimiento, sonó como una bienvenida al infierno. Yo creo que nadie se enteró de lo que estaba diciendo.

Un coyote infiltrado entre el público de Oneohtrix point never
En las pantallas proyectó un poco de todo, desde objetos imposibles diseñados por ordenador hasta grabaciones de entierros e imágenes de cadáveres. Por momentos, pareció que, en lugar de un concierto de Oneohtrix point never, fuese un concierto de Kaoss Edge (la banda de black metal alienígena inventada por Lopatin). Volviendo a King Midas sound & Fennesz, si con ellos temí quedarme sordo, con OPN fue aún peor. Debió de batir el record  de ruido del festival. Con él no creí que fuera a quedarme sordo, con él creí que iba a desintegrarme como si reventara ante mí una bomba termonuclear.



Con respecto al repertorio, abundaron sobre todo temas de su último disco. Tocó “Ezra”, “Sticky drama”, “Mutant standard”, “No good”, “Animals”… Y “Freaky eyes”. Me reafirmo en lo que he dicho ya varias veces, “Freaky eyes” es una cima de la música contemporánea. Tocó todos estos temas introduciendo variaciones, como si fuese un concierto de jazz alienígena satánico, no se limitó a reproducirlos como aparecen en el disco como hacen otros productores. Y… bueno, en general, todo era muy alienígena demencial. Y era maravilloso. Hubo también hueco para lo que creo que deben de ser temas inéditos, o que por lo menos un servidor bastante obsesionado con la obra de OPN no había escuchado antes. Y que sonaban muy bien. Por lo demás, solo se salió de Garden of Delete para rescatar el tema central de su disco de 2010 Returnal (disco poetizado por un servidor aquí). Desde que comenzó a recitar con su voz monstruosa a capella los versos surrealistas-espaciales de “Returnal” supe lo que venía. Un tema maravilloso que siempre había querido escuchar en directo.



En fin… No sé ya qué más decir del concierto de OPN. Que fue todo lo que uno podría esperar de él. Cien por cien OPN. Que me sorprendió bastante ver la cantidad de gente que había allí reunida observando expectante el escenario… Me pregunto cuántos de ellos serían admiradores de Lopatin. El simple hecho de que hubiera tanta gente resulta reconfortante, sobre todo para un provinciano como yo que hasta hace poco no sabía ni cómo pronunciar correctamente el nombre de su artista favorito y que, ni por asomo, espera que sus conocidos lo conozcan, mucho menos que les guste.
Al acabar el concierto de OPN, fui como pude al baño, intentando recuperar el oído y la vista (sí, la vista: a Lopatin le gustan los flashes. Mucho), y tras eso… Pues nada, fui un poco a la deriva. Estuve en el concierto de Club cheval en Sónar dôme, que bueno, fue divertido, estuve ahí bailando un rato, había mucha gente y mucho ambiente… Pero ya todo lo que me quedaba ver era mediocridad. Nadie me iba a llevar al cielo (más bien al infierno) como OPN. Es lo malo de la cronología, si ya he hablado de Oneohtrix point never, inevitablemente, el resto de cosas de las que hable ahora van a ser relleno.
Para finalizar el día, cogí el bus al Sónar de noche, donde me esperaban los últimos dos conciertos del día y unos fideos tailandeses tan deliciosos y picantes como caros. Un último apunte antes de abordar a New order: el servicio de buses del Sónar es una mierda. Tenía que decirlo. Para ir de Sónar de día a Sónar de noche bien, te deja en la puerta de la Fira de la gran vía. Pero para volver… No te deja al lado de la Fira de montjuïc (como debería ser). Te deja en Drassanes. Lo cual está así como muy muy lejos. Y los dos días que he ido al Sónar de noche, a la vuelta me ha tocado meterme una caminata de media hora para volver al hotel. Después de haber desembolsado los dos euros y medio de bus. Seguro que tiene su sentido que el bus te deje ahí, pero para un servidor se escapa a toda lógica.


New Order en el Sónar club
En fin, fin del día, fin del festival, llega la hora de uno de los platos fuertes del festival, a las diez y media dan el pistoletazo de salida New order en el Sónar club, un montón de guiris con camisetas de Joy División me rodean y gritan como niñas de quince años en un concierto de Justin Bieber. E insisto en eso de los guiris: había muy pocos españoles. Me pregunto si el fenómeno New order pegó tan fuerte en España como en el Reino unido en su día… Ya me enteraré, no son de mi generación. Sea como sea, hagámosles justicia: dieron un señor concierto. Un nuevo oyente como yo agradece enormemente que tocaran varios de los temazos que componen su último disco Music complete: sonaron “Restless”, “Tutti frutti”, “Singularity” y “Plastic” (eché en falta “Superheated”), junto con un montón más de temas cañeros más pegajosos que el loctite. Los bis “Blue Monday” y, sobre todo, “Love will tear us apart”, himno inmortal de Joy Division, pusieron la guinda a un concierto lleno de euforia, con un público absolutamente entregado a la música y unos New order dueños indiscutibles del escenario.

Artwork de 99'9%, Kaytranada, 2016
Finalmente, llegó el turno de Kaytranada, una de las promesas más interesantes de este 2016. Tenía muchas ganas de ir a este concierto, pues su disco 99,9% es una joyita que no esperaba, cuando lo escuché pensé: “fichado”. Sin embargo, su directo… No es un mal directo, pero tampoco destaca en absolutamente nada. Es el típico productor con su mac pinchando las canciones de su disco. En las pantallas del Sónar pub se reproducían animaciones relacionadas con el artwork de 99,9%, y las canciones del disco se iban sucediendo tal y como habían sido originalmente grabadas (y si hubo alguna variación, yo no me di cuenta: sería por el cansancio y por falta de escuchas al disco en cuestión). Hubo mucha gente y mucho ambiente, eso sí, y teniendo en cuenta lo rico que es el material de 99,9%, pues obviamente nada podía salir mal. Fue un concierto muy agradable. Pero en opinión de un servidor, habría ganado mucho mojándose un poco, arriesgando algo. Fue un concierto predecible.
Y bueno, pues eso ha sido todo. Sigo esperando en Sants que salga mi tren, ahora falta ya menos, unos cuarenta y cinco minutos solamente. Mi impresión general del Sónar es la de un festival de lujo, con todo lo que ello conlleva: un cartel de lujo, unas instalaciones de lujo, un ambiente de lujo, calidad mires donde mires… Y, por supuesto, precios de lujo. Si tuviera que hacer balance, la calidad del festival deja más huella que la sensación de robo a mano armada, la euforia que uno siente tras un concierto de Oneohtrix point never lo deja a uno en un estado en el que da igual que te cobren dos euros por una triste botella de agua, como si quieren cobrarte diez, o veinte, has visto a Oneohtrix point never, la vida es un infierno maravilloso. Ojalá que festivales como este duren muchos años.

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