La Algameca Chica |
Los
niños juegan en la calle, sopla un suave viento de levante y el sol comienza a
bajar, poco a poco, acercándose al horizonte, pero aún hace algo de calor:
tampoco demasiado. No es la estación de las frutas de agua, pero seguro que, en
algún armario escondido en alguna de las barracas, se puede encontrar el único
ejemplar del poemario Tratado de olivas
de mar existente sobre la faz de la tierra, esperando a ser descubierto,
nunca leído, por el hombre paciente.
Sobre
el escenario, Vega Cerezo y Ginés Piñero construyen la Ciudad Fragilidad con versos y canciones. La ciudad se tambalea
ante las inclemencias del tiempo, los problemas técnicos de sonido en este
primer recital de la jornada tampoco ayudan a dar consistencia a los cimientos
de esta ciudad imaginada, pero Vega y Ginés no hacen caso, matan al viento que
tira sus folios con una sonrisa cómplice, y siguen construyendo belleza aunque
todo a su alrededor se muestre adverso. Finalmente, Ciudad Fragilidad brilla, a pesar de todo, y se presenta ante los
asistentes como uno de los proyectos de música y poesía más hermosos y mejor
articulados de los que han pasado por el festival. Comparto con vosotros uno de
los fragmentos que más me gustaron de los que componen esa ciudad poética, el
de la estación de las frutas de agua.
Tocados por la lluvia (Yo soy
un país)
Comienza la estación de las
Frutas de agua en Ciudad Fragilidad.
Odio que esta ciudad viva con
tanta intensidad sus estaciones, sobre todo la de las Frutas de agua. Aborrezco
este calor exasperante que condena la ciudad al silencio y la despuebla
como una peste asoladora.
Arde Ciudad Fragilidad
suspendida en un paréntesis letal cuyo único resquicio de vida es el monótono
cantar de las chicharras.
Cae al fin la noche y
engrandece el murmullo bajo la nocturna
tregua mientras las calles recuperan su pulso. Gentes que pasean, que
llenan las terrazas de las cafeterías del Paseo de La Pólvora, ruido de coches,
de niños jugando en los parques, de tertulias a la puerta de las casas. Vibra
Ciudad Fragilidad ansiosa por robarle a la oscuridad lo que el día le negó. Y
nosotros -my love- que estamos mojados, que siempre anduvimos mojados, paseamos
como dos noctámbulos más por la bella Ciudad Fragilidad.
Pero echamos tanto de menos la
lluvia,
la añoramos tanto que dudo si
lograremos sobrevivir a la larga Estación de las Frutas de agua
en Ciudad Fragilidad.
Antes
de bajar del escenario, Vega echa la vista al frente, recorre el horizonte de
barracas con los ojos, y reconoce no haber estado nunca en ese lugar, agradece
que el escenario esté situado de tal modo que ofrezca una vista amplia del
pueblo, de sus casas, de su gente, y del mar que lo baña todo.
A continuación, toma el relevo
Diego Sánchez Aguilar, quien, al igual que Vega y Ginés, nos trae un proyecto
homogéneo, conceptual y bien consolidado: el poemario (aún inédito) La cadena del frío. Sube al escenario
sin grandes pretensiones, con unas gafas de sol, los poemas y su voz, nada más.
El capitalismo caníbal, la nada y el frío que poco a poco lo van envolviendo
todo y llenándolo de un vacío desasosegante, Kid A como la banda sonora del fin del estado de bienestar, como el
himno de la explosión de la burbuja inmobiliaria, como las torch songs del fin de toda esperanza, como la música que
desenmascara la mentira en que vivimos inmersos, la lluvia, la nieve, el hielo…
Todo ello está contenido en La cadena del
frío, un poemario que, tomando como elemento principal un disco de música,
construye una visión filosófica densa y pesimista, donde el lenguaje se libera
y la lógica pasa a un segundo plano, y el fluir de la consciencia se apodera
del escritor en pasajes extraordinarios como el poema basado en Idioteque, o el de National anthem. Lo único que este coyote echó en falta durante el
recital fue la posibilidad de acceder posteriormente al poemario impreso para
leerlo con tranquilidad, pues en una lectura en voz alta uno tiene la impresión
de que buena parte de lo que oye se le escapa entre los dedos. Así que desde
Espacio Coyote animo a Diego a publicar La
cadena del frío. Comparto con vosotros, cortesía del autor, uno de los
poemas que componen este poemario, titulado Tercera reflexión sobre
la lluvia, titulada “Una nueva droga para toda la familia”, espero
que os guste tanto como a mí.
Tercera reflexión sobre la lluvia, titulada “Una nueva droga para toda
la familia”
Lo avisaron en la tele.
Está lloviendo.
Lo dices, lo piensas. Está lloviendo.
Las secadoras vibran
en la unánime tarde de la clase media.
Está lloviendo.
Lo dices, lo piensas. Está lloviendo.
Las secadoras vibran
en la unánime tarde de la clase media.
Hay colores, en la
ciudad, que solo pueden escucharse bajo la lluvia.
Luego se olvidan, como si los hubiéramos soñado.
(También se olvida la muerte, hasta que empieza de repente.)
Luego se olvidan, como si los hubiéramos soñado.
(También se olvida la muerte, hasta que empieza de repente.)
Los paraguas no se
anuncian en televisión.
Salen clandestinamente a la calle
cuando llueve, se venden a tres euros
y luego desaparecen, cargados con nuestras almas,
como un disco dentro de su funda.
Salen clandestinamente a la calle
cuando llueve, se venden a tres euros
y luego desaparecen, cargados con nuestras almas,
como un disco dentro de su funda.
Debería haber una droga
que te hiciera sentir que está lloviendo eternamente.
Qué gran negocio, vender este simulacro de alma:
mojada por dentro, inmensa por fuera.
¿Quién no compararía un gramo de fe, un éxtasis de intemperie?
¿Quién no quiere ponerse bien ciego de mundo,
de cielo, de distancia?
Una pequeña pastilla, con forma de lágrima,
con forma de paraguas diminuto, de unos colores increíbles.
Qué gran negocio, vender este simulacro de alma:
mojada por dentro, inmensa por fuera.
¿Quién no compararía un gramo de fe, un éxtasis de intemperie?
¿Quién no quiere ponerse bien ciego de mundo,
de cielo, de distancia?
Una pequeña pastilla, con forma de lágrima,
con forma de paraguas diminuto, de unos colores increíbles.
Está lloviendo.
Y tú estás en la ventana.
Y decir “las hojas de mi ventana
se llenan de la escritura de la lluvia”
te parece bonito y te da asco,
en virtud de una ética de cuya sinceridad dudas seriamente
(a lo mejor solo es una moda,
a lo mejor estás confundiendo ética y estética).
Y tú estás en la ventana.
Y decir “las hojas de mi ventana
se llenan de la escritura de la lluvia”
te parece bonito y te da asco,
en virtud de una ética de cuya sinceridad dudas seriamente
(a lo mejor solo es una moda,
a lo mejor estás confundiendo ética y estética).
No sabes de dónde viene
la lluvia
es decir, no sabes qué significa.
Es decir,
no sabes qué relación hay entre la lluvia y tú,
entre la lluvia y tu casa, tu trabajo,
tus zapatos recién comprados,
a un precio inmejorable.
es decir, no sabes qué significa.
Es decir,
no sabes qué relación hay entre la lluvia y tú,
entre la lluvia y tu casa, tu trabajo,
tus zapatos recién comprados,
a un precio inmejorable.
No existe tu lluvia.
Te gustaría poder decir mi lluvia,
y sabes inmediatamente después que eso es imposible,
y que tal vez es bueno que así sea.
Te gustaría poder decir mi lluvia,
y sabes inmediatamente después que eso es imposible,
y que tal vez es bueno que así sea.
Para que significara
algo, debería poder venderse la lluvia.
Hacer una droga, encapsular este préstamo de alma.
Hacer una droga, encapsular este préstamo de alma.
O hacer turismo.
Siete días, seis noches,
en el perdido reino de la lluvia.
Hacer anuncios en la tele. Olvídese de todo.
Tú, en el centro, con los ojos cerrados.
Purifique su alma, su nombre y su conciencia.
Siete días, seis noches,
en el perdido reino de la lluvia.
Hacer anuncios en la tele. Olvídese de todo.
Tú, en el centro, con los ojos cerrados.
Purifique su alma, su nombre y su conciencia.
No hay ningún anuncio.
Solo estos golpes leves de transparencia.
No hay ningún producto, solo miles de metáforas
asediando la melancolía
como hormigas alrededor de una gota de veneno.
Solo estos golpes leves de transparencia.
No hay ningún producto, solo miles de metáforas
asediando la melancolía
como hormigas alrededor de una gota de veneno.
El dibujo de aquellos
libros de geografía.
Las flechas cálidas de la evaporación, ascendiendo;
las flechas frías de la precipitación, cayendo al mismo azul.
Un ciclo cerrado:
todo vuelve al mar y la memoria.
Las flechas cálidas de la evaporación, ascendiendo;
las flechas frías de la precipitación, cayendo al mismo azul.
Un ciclo cerrado:
todo vuelve al mar y la memoria.
Tú, en el centro de ese
dibujo,
atravesado por las flechas,
lleno de filtraciones.
atravesado por las flechas,
lleno de filtraciones.
Nadie sabe nada de la
lluvia.
Poetas y agricultores nunca se pondrán de acuerdo.
Poetas y agricultores nunca se pondrán de acuerdo.
Las flechas de la
evaporación, atravesando tu costado.
Tú, en el centro, enfriado en las capas altas de la atmósfera, cayendo.
Tú, en el centro, lleno de filtraciones, evaporándote.
Tú, en el centro, enfriado en las capas altas de la atmósfera, cayendo.
Tú, en el centro, lleno de filtraciones, evaporándote.
Tras
Diego, llega el turno de oír recitar a Ángel Paniagua, un recital en el que el
amor, el tiempo, el deseo, el abatimiento y la nostalgia van haciéndose protagonistas
de un viaje que va desde la luz hacia la oscuridad. Con un tono solemne, sus
versos, más que cantar, narran historias en las que el deseo y la frustración
están en constante lucha, y el tiempo se
presenta como una fuerza que nos aleja y nos separa. A continuación comparto
con vosotros el poema Amor que tan tarde
llamas, I, texto que estará presente en el próximo poemario que publicará
Ángel Paniagua y del cual pudimos escuchar el comienzo el pasado sábado en la
Algameca Chica. Comparto este poema concretamente, además de por ser el que no
pudo acabar de recitar in situ,
también por ser un poema que siento terriblemente real y sincero. Es un poema
que resume todo lo que he dicho hasta ahora, en el que la problemática del paso
del tiempo y el desencanto amoroso son el tema principal, es un diálogo
interior en el que se ponen todas las
cartas sobre la mesa, ofreciendo un reflejo abatido y cansado de ese yo poético
a veces tan cercano y a veces tan ficticio con respecto al yo real. Y sin embargo es triste, porque el amor, en realidad, no
llama tarde, o al menos no como yo lo veo. El amor llama, y es el miedo el que
no le abre la puerta, el miedo al rechazo, la culpa, la vergüenza, el asco,
todas esas cosas preciosas que nos dejó el cristianismo, todo ese miedo que nos
da salir del esquema tradicional de amor, ese miedo a ser juzgados y
condenados, ese miedo que destruye sueños y envenena la ilusión de vivir.
Amor
que tan tarde llamas, I
Nadie
ha dicho que quieras estar solo,
que la luz no te guste o que los pájaros
no alegren tus oídos cuando cada
amanecer de nuevo te despiertan
a la vida. No ha dicho nadie aún
—o no has oído a nadie tú decirlo—
que el amor no te importe ya, que el tiempo
de la felicidad junto a otro ser,
que la constancia hiriente y deliciosa
del deseo por otro ser —el mismo
cada noche— los creas ya imposibles,
acabados; que sientas que esos días
de plenitud que alguna vez viviste
no puedan regresar, o tú no puedas
vivirlos otra vez intensamente...
que la luz no te guste o que los pájaros
no alegren tus oídos cuando cada
amanecer de nuevo te despiertan
a la vida. No ha dicho nadie aún
—o no has oído a nadie tú decirlo—
que el amor no te importe ya, que el tiempo
de la felicidad junto a otro ser,
que la constancia hiriente y deliciosa
del deseo por otro ser —el mismo
cada noche— los creas ya imposibles,
acabados; que sientas que esos días
de plenitud que alguna vez viviste
no puedan regresar, o tú no puedas
vivirlos otra vez intensamente...
¿Por
qué entonces ese aire derrotado
que esconden tus sonrisas? ¿Por qué esa
desconfianza hacia todo lo que te hace
sentir pleno y alegre? ¿Por qué ese
rechazo empecinado y ese no
querer dejarte llevar de nuevo, darte
por completo a quien te demuestra afecto,
cariño o simpatía...? Nada tengo
—te dices—, ¿que podría yo ofrecer
a quien quisiera amarme? Pero sabes
o intuyes que tal vez no sea esa
la razón de tu oscuridad, el fuego
donde tu miedo arde y te consume...
que esconden tus sonrisas? ¿Por qué esa
desconfianza hacia todo lo que te hace
sentir pleno y alegre? ¿Por qué ese
rechazo empecinado y ese no
querer dejarte llevar de nuevo, darte
por completo a quien te demuestra afecto,
cariño o simpatía...? Nada tengo
—te dices—, ¿que podría yo ofrecer
a quien quisiera amarme? Pero sabes
o intuyes que tal vez no sea esa
la razón de tu oscuridad, el fuego
donde tu miedo arde y te consume...
Tienes
muchos amigos que comparten
sus vidas con parejas muchos años
más jóvenes, y sin embargo piensas
que sería imposible —o muy difícil—
que llamara a tu puerta uno de ellos,
alguno de esos jóvenes que buscan
tu compañía y tus conocimientos
y pasarían horas escuchándote
contarles aventuras y experiencias
que no han vivido aún... Tan sólo eso
les importa —te dices—. Cualquier mínimo
atisbo de otra cosa por mi parte
despertaría en ellos un rechazo
que sería incapaz de soportar.
Nada pierdo —te insistes— disfrutando
de lo que pueden ofrecerme, sin
esperar nada más... Pero la hoguera
se aviva en ti con cada hora que pasas
con ellos, y al arder produce el miedo
cenizas que ya tienen otros nombres:
escepticismo, decepción y —sobre
todo— resentimiento y amargura.
sus vidas con parejas muchos años
más jóvenes, y sin embargo piensas
que sería imposible —o muy difícil—
que llamara a tu puerta uno de ellos,
alguno de esos jóvenes que buscan
tu compañía y tus conocimientos
y pasarían horas escuchándote
contarles aventuras y experiencias
que no han vivido aún... Tan sólo eso
les importa —te dices—. Cualquier mínimo
atisbo de otra cosa por mi parte
despertaría en ellos un rechazo
que sería incapaz de soportar.
Nada pierdo —te insistes— disfrutando
de lo que pueden ofrecerme, sin
esperar nada más... Pero la hoguera
se aviva en ti con cada hora que pasas
con ellos, y al arder produce el miedo
cenizas que ya tienen otros nombres:
escepticismo, decepción y —sobre
todo— resentimiento y amargura.
Nadie
ha dicho que yo quiera estar solo,
que la luz me disguste o me moleste
el canto de los pájaros hermosos
que alrededor de mí revolotean
y junto a mí se posan a comer
el alpiste que yo puedo ofrecerles
en mi mano. Después se van. Ninguno
quiere quedarse junto al viejo flébil...
que la luz me disguste o me moleste
el canto de los pájaros hermosos
que alrededor de mí revolotean
y junto a mí se posan a comer
el alpiste que yo puedo ofrecerles
en mi mano. Después se van. Ninguno
quiere quedarse junto al viejo flébil...
¡Guarda
silencio pues, conciencia crédula,
estúpida optimista, y no cuestiones
el frágil equilibrio, no quebrantes
las precarias defensas que a lo largo
de los años he ido construyéndome!
estúpida optimista, y no cuestiones
el frágil equilibrio, no quebrantes
las precarias defensas que a lo largo
de los años he ido construyéndome!
Finalmente,
llega la hora de la clausura, queda un último recital, no por ello menos
importante, se trata de Antonio Marín Albalate. Como acostumbra a hacer, sube
al escenario un poco destartalado, aunque intenta organizarse, la cosa le sale
un poco loca, pero con la espontaneidad, la sinceridad y la cercanía que lo
caracterizan, dando por tanto el cierre perfecto a la noche, con un recital
liviano en la forma pero profundo en su contenido. Abre su recital con la
lectura del poema de Rafael Alberti El
mar, la mar, evocando ese mar que tan cercano vive la gente en la Algameca,
y a partir de ahí, da paso a otras temáticas, sobre todo de protesta social,
poemas de trinchera para hacer algo de ruido en un mundo en constante guerra
silenciosa. Para despedirme, quisiera compartir con vosotros este poema de
Antonio Marín Albalate, en homenaje al gran Leopoldo María Panero.
Cambio
de tiempo
Para Luis Eduardo Aute y
Carlos, Solito Trovador,
giralunas de la amistad.
Y para Leopoldo María Panero,
in memoriam.
Carlos, Solito Trovador,
giralunas de la amistad.
Y para Leopoldo María Panero,
in memoriam.
Entre
brújulas locas de afonía
gritándole a la nada,
giralunas en el eje del huracán:
tor-pedo, desnortado fantasma, estoy.
gritándole a la nada,
giralunas en el eje del huracán:
tor-pedo, desnortado fantasma, estoy.
Campanilla
yace violada al pie
de El árbol del ahorcado.
Wendy se arrodilla ante la verga
de Peter Pank. Satán es un loquero
kamikace que sueña con destruir
la Capilla Sixtina.
Los cuervos devoran palomas
en la Plaza de San Pedro, ahora
laguna de sangre para el vampiro.
El papa baila y la mama,
solailolailo lolailolá.
Neverland ya no existe.
de El árbol del ahorcado.
Wendy se arrodilla ante la verga
de Peter Pank. Satán es un loquero
kamikace que sueña con destruir
la Capilla Sixtina.
Los cuervos devoran palomas
en la Plaza de San Pedro, ahora
laguna de sangre para el vampiro.
El papa baila y la mama,
solailolailo lolailolá.
Neverland ya no existe.
El
Vaticano es la pesadilla
de Los Niños Perdidos.
La pesadilla se muerde la cola.
de Los Niños Perdidos.
La pesadilla se muerde la cola.
Murió
Leopoldo María Panero.
Solloza el uni-verso, intemperie
del poema, agujero negro llamado
derrota y Nevermore.
Solloza el uni-verso, intemperie
del poema, agujero negro llamado
derrota y Nevermore.
Un
ciervo herido cruza la sombra
sin hueso del desierto. Bambi llora
su fracaso, ante la selva arrasada.
sin hueso del desierto. Bambi llora
su fracaso, ante la selva arrasada.
Estoy,
infierno y nadie,
entre las flores del fuego que el viento
de la noche aviva emboscándolo todo;
con la dignidad del miedo en la mirada,
mientras aguardo un cambio de tiempo.
entre las flores del fuego que el viento
de la noche aviva emboscándolo todo;
con la dignidad del miedo en la mirada,
mientras aguardo un cambio de tiempo.
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