27/7/16

RAÍCES: viernes de poesía en la Algameca Chica

Cartel promocional de RAÍCES, obra de Ginés López Montalbán
Sopla lebeche, hace sol, gente circula en todas direcciones, sin prisa pero sin pausa, algo ocurre. Suenan los tambores, y de pronto, una manada de percusionistas irrumpen en la calle principal de la Algameca Chica, con sus ritmos chamánicos invocan a la gente, al mar y a la poesía, algo está a punto de comenzar. Tras recorrer todo el pueblo con sus golpes y sus gritos, el pequeño barullo que se ha ido formando durante el espectáculo se disipa poco a poco, las miradas se dirigen hacia un único punto, empieza RAÍCES. Sobre el escenario, Góngora y Quevedo se pelean como siempre, pero consiguen llegar a pequeños acuerdos: se presenta el festival, se da a conocer el concurso de microrrelatos, y se presenta a los primeros grandes artistas del día: Mery Salem, Ana Belén Úbeda Bernal y Pablo Simón Gómez.

La Algameca Chica
Con su teclado, Pablo viste de azul los versos de Mery y Anabel, versos que nacen desde el fuego algunos, desde el hielo otros, que iluminan lugares sombríos que no nos gusta visitar, ni siquiera con la mirada. La poesía de Mery es más incendiaria, sus poemas son protestas contra un mundo de fronteras, de mordazas, de hambre y de miseria, una poesía que se empapa del dolor de los otros y lo convierte en música. Cortesía de la artista, comparto con vosotros uno de sus poemas, dedicado a Miguel Hernández:
   
 A Miguel Hernández,

mi inspiración y mi compañero aunque

ya no esté, ni me conozca.

Los troncos retorcidos, no los levantó el señor,
            si fue la tierra callada,
            si fue el sudor.
Sudor que forman coronas de sal
en las frentes de los que fueron niños yunteros,
nietos de aquellos aceituneros altivos,
que,
libres gritaron contra el explotador,
y, hoy tan sólo alimentan la tierra desde las cunetas.

Miguel, volverás al arrullo de las rejas,
de los enamorados labradores.

Miguel, tu voz hoy resuena en las plazas,
como el rayo, que ni cesa, ni se agota.

Miguel, te escribo en la lucha.
Te siento a mi lado en la trinchera:
Aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo.

Murciana de dinamita,
brutalmente propagada,
te canta, como el ruiseñor te cantaba
encima de los fusiles,
en medio de las batallas.

Después del amor, la tierra.
Y después de tus manos agrietadas,    todo.

Anabel es el contrapunto íntimo a Mery, su poesía nace de dentro, de una mirada personal a la vida, una poesía de los tropiezos y los aciertos, de todas las huellas que han ido formando el camino. Llenos de imágenes, sus poemas se construyen desde un yo herido y sensible, evocando sentimientos cristalinos como el agua. Este Consentimiento unilateral es uno de los poemas que recitó en RAÍCES:

Consentimiento unilateral

Crujir de cristales a mi paso,
forman el asfalto, que hoy piso,
alegoría sintomática de aquel lejano candor.
Desmembrados de su tronco,
          dañan la piel que hoy habito,
          para adentrarse y formar una coraza
                  que proteja el interior.

Espejo borroso para el «otro»,
          de signo impuesto por un vaho,
          cuyo somnífero taladró a fuerza,
          la fortaleza de mi honor.

Intempestuosa, sucia y rota,
el agua se interpretó como purificación
del desgarro más íntimo y no consentido
          casi causante de mi último estertor.

Ausencia de conciencia en aquel acto,
          que solo en mí provoco estragos;
                   ausencia de armas para pararlo,
          estado de «shock»;
ausencia de voz para gritarlo,
          una soga al cuello,
          un intento de disparo.
                                                                  ¡Bang!
Equivocado, la vida se salvó,
con onda débil en la pantalla,
falaz,
que no cuenta la verdad al amor que coge mi mano,
hombre o mujer, que más da,
           por miedo a ser rechazada por impura,
                     en esta sociedad injusta.

Tras el recital de Mery y Anabel con Pablo Simón, un coyote se subió al escenario a leer algunas cosicas. Como de mí ya estaréis hartos los lectores de este blog, aquí no me detendré mucho, aprovecharé esta entrada para compartir con vosotros Raíces, un poema que escribí para la ocasión y que no había compartido por aquí:

Raíces

Prende el alma y llega a las raíces,
abre el mundo, mata al tiempo
que se esconde en los relojes,
chupa del fuego la savia y ve
bajo la tierra, entre los muertos,
aviva la memoria, abre el ojo,
y llénalo de agua, inunda el cementerio,
haz de la muerte un baile, muerde la historia,
saborea el tiempo que renace
como el ave fénix, rompe la cárcel de los huesos,
aviva el fuego, chupa las raíces
y saborea el recuerdo, tanto tiempo en silencio.

Tras de mí subió al escenario Hugo Cano Fernández, una rara avis de la poesía murciana (o marciana). En sus versos podrás encontrar filosofía, ciencia ficción, pornografía, y sobre todo, altas dosis de ironía y desencanto. Subió al escenario con un salacot puesto, dispuesto a tomar notas de todo en su cuaderno de campo, pues la biología no descansa. Dio un recital dividido en tres bloques temáticos (que en realidad podrían ser uno solo, un gran tema universal). Estos fueron los poemas de desencanto existencial, los poemas de amor, sexo y parafilias; y por último, los poemas de Los ángeles mecánicos, su último proyecto, donde la cuestión filosófica de la propia identidad, la existenca de la consciencia y de eso que llamamos humanidad, se exploran en un mundo biónico de ciencia ficción (o, simplemente, ciencia). Comparto con vosotros uno de sus poemas, perteneciente a la serie Zoofilia.

Phylum Arthropoda
Clase Arachnida
Orden Scorpiones


Cuando era niña
se encerraba
en el desván de los abuelos
y se excitaba
con el crujir de las cucarachas
bajo sus dedos.

A los doce años
asombró a propios y a extraños
con su enorme colección
de mariposas vivas
y sin embargo lloró
durante varios días
cuando por fin las disecaron.

Su primer amor
tenía varias docenas de patas
y llevaba millones de años muerto
y sin embargo
miles de veces en sueños
la masturbaron
aquellas enormes antenas.

Sus padres dejaron
de dirigirle la palabra
cuando cambió la universidad de Oxford
por los escorpiones de Alabama.

Hoy aporrea el teclado:
“yo no soy humana”,
mientras desea ver su vientre
lleno de pequeñas larvas.
Todo está preparado,
sus machos la llaman,
hacen crujir sus quelíceros
y levantan sus alabardas,
ella se tiende en el suelo
esperando ser fecundada
por cientos de capullos
de felicidad encapsulada.

Finalmente, Alberto Caride y Juanma Sánchez cerraron la noche con un recital a dos voces, donde música y poesía se unieron y, a pesar de las dificultades técnicas, consiguieron llegar a buen puerto. Alberto recitó poemas de su último poemario, aún inédito, que llevará por título Don de la ebri(a)edad, y Juanma lo acompañó con su guitarra y su voz, musicalizando algunos de sus versos a modo de estribillo, aunque, finalmente, y para su sorpresa, nos tuvo que cantar alguno de sus propios poemas. Comparto con vosotros este poema de Alberto, perteneciente a Don de la ebri(a)edad, que incluye los pasajes cantados por Juanma Sánchez.

VI

Y pensar que la mejor parte de mí
florece en tu vientre blanco
como un almendro precoz.

Y pensar que con el tiempo
acabaré asido a sus fuertes ramas
para posponer el beso de la tierra.

Y pensar que será el mundo
el que se adapte a tus minúsculas manos,
a tus pequeños pies aun de barro.

JUANMA: Puso entonces su mano en mi cabeza
y tras despeinar mis cabellos dijo:
ven conmigo, prometo ser muy discreta.

Y pensar que fuiste concebido
entre poemas descaradamente
en la vigilia de un poeta sin nombre.

Y pensar que cualquier religión
no posee mayor misterio que tu cuerpo
sostenido en la palma de mi mano.

Y pensar que caerás irremediablemente
en las mismas piedras y que tendré que dejarte
perro de Pavlov que vuelvas a caer.

JUANMA: Puso entonces su mano en mi cabeza
y tras despeinar mis cabellos dijo:
ven conmigo, prometo ser muy discreta.

Y pensar que la felicidad y el miedo,
que la incertidumbre y que el amor,
que el futuro es sólo una flor de plástico.

Y para terminar, me despido de vosotros compartiendo este poema de Juanma Sánchez, Exilio, poema que no pudimos acabar de escuchar en la Algameca y que, por ello, os lo traigo ahora completo aquí.

Exilio

Depende, en este cielo, de un azul
que la luna se cuele transparente por la boca
y que cumbres cálidas se desprendan,
precipitándose suicidas nuestros pechos.

Se hundirían entonces los miembros
en una nueva virgen, que contraída,
se nutriría de celosa carne fresca,
de ansiosas extremidades.

Cendales congelados serían
que surcan ahora las mejillas,
o lágrimas en hielo rebozadas
que vistieron espaldas con fulgores.
Depende de esa saliva intacta
que se deslice, inmóvil,
la tibia ladera por el cuerpo,
que la tarde no sea ocaso,
que los tropiezos no sean
sino el cuidado prudente a contraluz.

En fin, ese cadáver malogrado,
fingido, segó su indiferencia,
y, a mitad camino, nuestra ruta. 

Aquel que resta ahora varado
a mil metros sobre la mar,
a un kilómetro debajo de Francia,
allá donde las fronteras naturales,
donde los acantilados desorientados,
ese cadáver, recostado y equidistante,
nos acerca y nos aleja. 


Petrificado, en su entumecimiento,
sabe poco ya de promesas
y, sin embargo, advierte el movimiento
y me dice que de tu ausencia,
que de tu encuentro, sigo huyendo.

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