Imagen extraída de Only lovers left alive, Jim Jarmusch, 2014 |
¡Bienvenidos! Esta es la primera entrada de un blog que espero que dure muchos años, en él trataré de fusionar literatura y música, compartiré con todos vosotros algunas de mis canciones favoritas, reseñas de discos, noticias de la actualidad musical y algunos escritos de creación propia, ya sean estos poemas o relatos. Aprovecharé estas primeras entradas para rescatar algunas reseñas que, si bien no son ya de rabiosa actualidad, siguen pudiendo ser útiles para aquel que quiera ponerse al día en materia de arte. ¡Gracias por venir!
ENERO
Empieza el año.
Algunos discos, por una u otra razón, pasan por mis manos sin pena ni gloria,
como el No cities to love de Sleater-Kinney, el homónimo de Alasdair
Roberts, o el recopilatorio de rarezas de Iron & Wine, Archive Series
Volume No. 1. De estos, alguna canción suelta consigue sobrevivir en mi
memoria hasta el día de hoy, como la agresiva Bury your friends de Sleater-Kinney, que podría estar perfectamente en
el Silence yourself de Savages (2013); o la melancólica Slow black river, de Iron & Wine; pero en general son discos que
no me consiguen atrapar. Sin embargo, hay este mes otros dos discos que
traspasan la barrera de lo anecdótico para convertirse en fósiles, difíciles de
extraer de la memoria de mi móvil, condenados a viajar conmigo para siempre:
hablo del regreso de Björk tras cuatro años de inactividad, Vulnicura; y
de la última parida de Hidrogenesse, Roma.
Tras Biophilia,
mis expectativas sobre este nuevo proyecto de la islandesa no estaban muy en
alza, y cuando salió Vulnicura, varios meses antes de lo previsto, lo
escuché más por curiosidad que por ilusión. Pero una vez hube entrado, no quise
salir.
A sus 50 años,
Björk sigue siendo una de las artistas más originales e innovadoras de la
actualidad musical. Vulnicura constituye su trabajo más personal hasta
la fecha, un registro emocional de los días previos y posteriores a su
separación con Matthew Barney. Con las colaboraciones de The Haxan Cloak y, más
extensamente, de Arca, se configura como un disco en el que la máquina y el
alma se funden en uno, las cuerdas y los beats, el susurro y el grito, la
música y el silencio.
Con Black lake como núcleo emocional del disco, una maravilla de
diez minutos que no te deja respirar hasta que acaba, el disco no decae en
prácticamente toda su extensión. Nos regala alguno de los momentos más
espectaculares de 2015 en música (esas cuerdas al final de Lion song), alguno de los más asfixiantes (Family) y, en general, podemos decir que estamos ante una
experiencia musical extraordinaria. Lo único que le reprocharía a este disco es
lo extramusical, el arte visual que lo acompaña (las dos portadas, los
videoclips...). No hacen justicia al contenido.
Roma
No conocía a Hidrogenesse antes de este disco, accedí a ellos cuando vi en astredupop el videoclip de A los viejos. Y ahora los amo. En Roma hay glam, hay pop, hay kitsch, y sobre todo hay mucho, mucho humor. “He sobrevivido al crítico que escribió mi obituario”.
El humor de Hidrogenesse es una
de sus principales armas, pero no es ese humor castizo, de pelo en pecho y rabo
sacado que caracteriza a los españoles, no, es un humor que apela al seso. Las
letras de Roma están cargadas de ironía,
consiguen sacarnos una sonrisa mientras nos hacen pensar en el paso del tiempo
y el devenir de la historia: “Solo se necesita que dos idiotas en sintonía nos
pongamos de acuerdo en la misma tontería para convertirla en nuestra ideología”
en Dos tontos muy
tontos; “Las máquinas nos librarán del
trabajo, la ciencia nos liberará del alma [...]: tendrán que darnos la razón en
el siglo XIX”, en Siglo XIX, o “Y yo sigo viva, y estoy
aquí, en la cima de una pirámide de decorados en ruinas, de urnas con cenizas,
de papeles de divorcio firmados, facturas de abogados, vasos de gin-tonic apurados, pelucas y zapatos, perlas y
diamantes y pastillas, contratos, seguros de vida // ambulancias, limusinas,
suits de lujo y cabinas”, en Elizabeth Taylor. Y así podríamos seguir
durante horas.
FEBRERO
Acaban
los exámenes, comienza el nuevo cuatrimestre, me paso todo el mes tumbado en la
cama boca abajo sin poderme sentar. Es un mes malo. Musicalmente, tampoco
tenemos nada especialmente destacable, Father John Misty saca su segundo disco,
I love you honeybear, pero yo nunca llego a pasar
de la tercera o cuarta canción, más o menos a partir de True affection mi interés
cae en picado. Sí destacaría de este disco la primera canción, que además
cuenta con uno de los mejores videoclips del año, lo enlazo a continuación:
Por
otro lado, llega a mis manos un disco curioso, que sin ser de lo mejor del año,
sí es un disco que ha pasado mucho tiempo en la memoria de mi móvil. Se trata
de Rapture, el último disco de Tropics.
Rapture
Rapture es un disco sin canciones, de los que hay que escuchar de una sola vez, porque, con excepción de la canción titular, no hay aquí grandes hits. Es un paisaje sonoro inusual, que sin embargo parte de sonidos ya explorados. Una curiosa aproximación a un tema conocido, el de la ruptura amorosa.
Con una paleta de sonidos más o menos limitada y una voz no
especialmente relevante, el disco saca el máximo partido a los medios de que
dispone, se desarrolla como una obra a medio camino entre el ambient y el pop,
con un tempo medio que invita a relajarse y escuchar pasivamente la música.
MARZO
Vuelvo a la universidad, hay
muchísimo trabajo que hacer y, paralelamente, salen un montón de discos a los
que vale la pena dar al menos una escucha. Podemos empezar por el tributo a
Elliott Smith de Seth Avett y Jessica Lea Mayfield, de los cuales no sé
absolutamente nada, pero todo lo que tenga las palabras “Elliott Smith” en el
título merece algo de atención, aunque solo sea por el hecho de tratar de
resucitar a un santo, la intención es lo que cuenta. Este disco de versiones no
es gran cosa, quizá la única canción que merezca mención sea Somebody that I used
to know,
una versión algo renovada de la
original del 2000.
Sea como sea, aunque el resultado sea muy mejorable, siempre será bienvenida
cualquier obra que tome como referencia a Elliott Smith, su legado es todo lo
que nos queda.
Por otro lado tenemos Goon, el debut de Tobias Jesso Jr., un disco de rock
clásico lanzado en 2015. Es un disco correcto, tuvo bastante impacto en cierto
sector de oyentes nostálgicos, destacaría el single Hollywood, la balada más interesante del
disco. Por lo demás, no llegué a meterme demasiado en el universo de este
disco.
Sin lugar a dudas, los tres
discos más destacados de este mes fueron el último lanzamiento de Dominique A, Éléor; Froot, de Marina
and the diamonds; y, sobre todo, el maravilloso Carrie &
Lowell, de Sufjan Stevens.
Éléor
Dominique A es, con total certeza, una de las voces más importantes del panorama musical francés. Y Éléor es una clara muestra de ello. Desde que empieza hasta que acaba, no hay decaída, su capacidad para regalarnos melodías adictivas envueltas en las mejores instrumentaciones es indiscutible.
Éléor cuenta con la
que probablemente sea la balada más elegante que nos ha traído este año: Au revoir mon amour, una perfecta
conjunción de voz, melodía, acompañamiento... Sentimiento. En esa línea más
íntima tenemos también L’Océan, Éléor y Cap
farvel; y por otro lado, tenemos canciones más movidas, destinadas
necesariamente a convertirse en auténticos hits, como Central otago o Celle qui
ne me quittera jamais.
En fin, lo
único que me falta para disfrutar al cien por cien este disco es, como no podía
ser de otro modo, un mejor dominio del idioma. Pero, aunque no sepas francés, Éléor
es un disco que, aunque solo sea por sus virtudes musicales, merece la pena
escuchar.
Froot
Ay, Marina... Qué decir de Froot. Que es un disco lleno de aciertos y fallos. Que es el mejor disco de Marina, cosa no demasiado difícil, por otro lado.
Froot se abre con Happy, una balada sobre alejarse del
loco amor y encontrar la felicidad en el amor de Dios. Una canción meapilas que
sin embargo no puedo dejar de canturrear por la casa y que cada vez que la
escucho me emociona.
Marina cuenta con un arma muy
poderosa, y esa es su voz. Una voz potentísima y sorprendentemente versátil,
que igual te canta un baladón como el anteriormente citado que te saca a bailar
con un rompepistas como la canción
titular del
disco. Sus letras siempre han sido también una parte importante de su música, y
si en Electra heart y The
family jewels las utilizaba para arremeter contra todo aquello que
no le gustaba con un tono irónico y mordaz, aquí nos encontramos a una Marina
bastante más prudente, nada de “I want blood, guts and angel
cake, I’m gonna puke it anyway”.
En general, es un disco
correcto, que se deja escuchar, Marina se presenta más humilde que en entregas
anteriores, y su sinceridad se hace palpable a lo largo de las escuchas, en
temas como I’m a ruin, Immortal, o la anteriormente citada Happy. Le falta, eso sí, un tracklist mejor trabajado,
porque, una vez escuchados los cuatro o cinco singles, la calidad del resto del
disco baja considerablemente, sin dejar de ser, eso sí, un disco agradable de
escuchar.
Carrie & Lowell
Como Vulnicura, este es también un disco capaz de hacer cicatrizar las heridas. Es mágico. Carrie & Lowell se basa en la propia vida de Sufjan: Carrie es el nombre de su madre, bipolar, esquizofrénica y drogodependiente, recientemente fallecida; y Lowell, el del que fue su padrastro durante algunos años de la infancia de Sufjan.
La voz de Sufjan es frágil,
pero está llena de esperanza. Se mueve en trance, atravesando paisajes de luces
y sombras, nos dirá que todos vamos a morir, que está borracho
y asustado,
que quiere salvarnos de nuestra
tristeza, que su hermano tuvo una hija y la
belleza que ella trajo iluminó su vida...
Es difícil escuchar este disco del tirón sin encontrar al menos una línea con
la que sentirse emocionalmente identificado, porque emana sinceridad por todos
los poros.
Musicalmente es bellísimo,
Sufjan se mueve en un folk intimista adornado con algunos drones que engrandecen
espiritualmente las canciones en sus tramos finales (el mayor exponente de esto
es, sin lugar a dudas, el final de Drawn to the blood). Algunas de las canciones más
emocionantes son Should have known
better
y Fourth of july, pero realmente es un disco en
el que no hay una sola canción de relleno, todas son maravillosas de una forma
u otra.
En resumen, uno de los discos
más importantes de este año.
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