12/5/16

2015 en música, 1/4

Imagen extraída de Only lovers left alive, Jim Jarmusch, 2014

¡Bienvenidos! Esta es la primera entrada de un blog que espero que dure muchos años, en él trataré de fusionar literatura y música, compartiré con todos vosotros algunas de mis canciones favoritas, reseñas de discos, noticias de la actualidad musical y algunos escritos de creación propia, ya sean estos poemas o relatos. Aprovecharé estas primeras entradas para rescatar algunas reseñas que, si bien no son ya de rabiosa actualidad, siguen pudiendo ser útiles para aquel que quiera ponerse al día en materia de arte. ¡Gracias por venir!

ENERO

Empieza el año. Algunos discos, por una u otra razón, pasan por mis manos sin pena ni gloria, como el No cities to love de Sleater-Kinney, el homónimo de Alasdair Roberts, o el recopilatorio de rarezas de Iron & Wine, Archive Series Volume No. 1. De estos, alguna canción suelta consigue sobrevivir en mi memoria hasta el día de hoy, como la agresiva Bury your friends de Sleater-Kinney, que podría estar perfectamente en el Silence yourself de Savages (2013); o la melancólica Slow black river, de Iron & Wine; pero en general son discos que no me consiguen atrapar. Sin embargo, hay este mes otros dos discos que traspasan la barrera de lo anecdótico para convertirse en fósiles, difíciles de extraer de la memoria de mi móvil, condenados a viajar conmigo para siempre: hablo del regreso de Björk tras cuatro años de inactividad, Vulnicura; y de la última parida de Hidrogenesse, Roma.

Vulnicura



Hacemos arte para entendernos mejor a nosotros mismos y al medio que nos rodea. A veces, la música nos permite observar la realidad desde otra perspectiva, convertir la herida en cicatriz, el dolor en belleza. Björk hace eso.
Tras Biophilia, mis expectativas sobre este nuevo proyecto de la islandesa no estaban muy en alza, y cuando salió Vulnicura, varios meses antes de lo previsto, lo escuché más por curiosidad que por ilusión. Pero una vez hube entrado, no quise salir.
A sus 50 años, Björk sigue siendo una de las artistas más originales e innovadoras de la actualidad musical. Vulnicura constituye su trabajo más personal hasta la fecha, un registro emocional de los días previos y posteriores a su separación con Matthew Barney. Con las colaboraciones de The Haxan Cloak y, más extensamente, de Arca, se configura como un disco en el que la máquina y el alma se funden en uno, las cuerdas y los beats, el susurro y el grito, la música y el silencio.
Con Black lake como núcleo emocional del disco, una maravilla de diez minutos que no te deja respirar hasta que acaba, el disco no decae en prácticamente toda su extensión. Nos regala alguno de los momentos más espectaculares de 2015 en música (esas cuerdas al final de Lion song), alguno de los más asfixiantes (Family) y, en general, podemos decir que estamos ante una experiencia musical extraordinaria. Lo único que le reprocharía a este disco es lo extramusical, el arte visual que lo acompaña (las dos portadas, los videoclips...). No hacen justicia al contenido.

Roma


No conocía a Hidrogenesse antes de este disco, accedí a ellos cuando vi en astredupop el videoclip de A los viejos. Y ahora los amo. En Roma hay glam, hay pop, hay kitsch, y sobre todo hay mucho, mucho humor. “He sobrevivido al crítico que escribió mi obituario”.
El humor de Hidrogenesse es una de sus principales armas, pero no es ese humor castizo, de pelo en pecho y rabo sacado que caracteriza a los españoles, no, es un humor que apela al seso. Las letras de Roma están cargadas de ironía, consiguen sacarnos una sonrisa mientras nos hacen pensar en el paso del tiempo y el devenir de la historia: “Solo se necesita que dos idiotas en sintonía nos pongamos de acuerdo en la misma tontería para convertirla en nuestra ideología” en Dos tontos muy tontos; “Las máquinas nos librarán del trabajo, la ciencia nos liberará del alma [...]: tendrán que darnos la razón en el siglo XIX”, en Siglo XIX, o “Y yo sigo viva, y estoy aquí, en la cima de una pirámide de decorados en ruinas, de urnas con cenizas, de papeles de divorcio firmados, facturas de abogados, vasos de gin-tonic apurados, pelucas y zapatos, perlas y diamantes y pastillas, contratos, seguros de vida // ambulancias, limusinas, suits de lujo y cabinas”, en Elizabeth Taylor. Y así podríamos seguir durante horas.
Pero además, la grandeza de Roma no acaba en sus letras. Es un disco llenísimo de color, de texturas, de ritmos, de timbres; aunque el tono predominante sea el de ese tecno-pop que los caracteriza, también hay hueco para baladas como las geniales Escolta la tempesta, Moix y ¿De qué se trata?, así como la extraña Aquí y ahora que cierra el disco de forma magistral, concentrando en sus seis minutos de duración toda la esencia del album. Roma está en mi cabeza.

FEBRERO

Acaban los exámenes, comienza el nuevo cuatrimestre, me paso todo el mes tumbado en la cama boca abajo sin poderme sentar. Es un mes malo. Musicalmente, tampoco tenemos nada especialmente destacable, Father John Misty saca su segundo disco, I love you honeybear, pero yo nunca llego a pasar de la tercera o cuarta canción, más o menos a partir de True affection mi interés cae en picado. Sí destacaría de este disco la primera canción, que además cuenta con uno de los mejores videoclips del año, lo enlazo a continuación:
Por otro lado, llega a mis manos un disco curioso, que sin ser de lo mejor del año, sí es un disco que ha pasado mucho tiempo en la memoria de mi móvil. Se trata de Rapture, el último disco de Tropics.

Rapture

Rapture es un disco sin canciones, de los que hay que escuchar de una sola vez, porque, con excepción de la canción titular, no hay aquí grandes hits. Es un paisaje sonoro inusual, que sin embargo parte de sonidos ya explorados. Una curiosa aproximación a un tema conocido, el de la ruptura amorosa.
Con una paleta de sonidos más o menos limitada y una voz no especialmente relevante, el disco saca el máximo partido a los medios de que dispone, se desarrolla como una obra a medio camino entre el ambient y el pop, con un tempo medio que invita a relajarse y escuchar pasivamente la música.

MARZO

Vuelvo a la universidad, hay muchísimo trabajo que hacer y, paralelamente, salen un montón de discos a los que vale la pena dar al menos una escucha. Podemos empezar por el tributo a Elliott Smith de Seth Avett y Jessica Lea Mayfield, de los cuales no sé absolutamente nada, pero todo lo que tenga las palabras “Elliott Smith” en el título merece algo de atención, aunque solo sea por el hecho de tratar de resucitar a un santo, la intención es lo que cuenta. Este disco de versiones no es gran cosa, quizá la única canción que merezca mención sea Somebody that I used to know, una versión algo renovada de la original del 2000. Sea como sea, aunque el resultado sea muy mejorable, siempre será bienvenida cualquier obra que tome como referencia a Elliott Smith, su legado es todo lo que nos queda.
Por otro lado tenemos Goon, el debut de Tobias Jesso Jr., un disco de rock clásico lanzado en 2015. Es un disco correcto, tuvo bastante impacto en cierto sector de oyentes nostálgicos, destacaría el single Hollywood, la balada más interesante del disco. Por lo demás, no llegué a meterme demasiado en el universo de este disco.
Sin lugar a dudas, los tres discos más destacados de este mes fueron el último lanzamiento de Dominique A, Éléor; Froot, de Marina and the diamonds; y, sobre todo, el maravilloso Carrie & Lowell, de Sufjan Stevens.

Éléor


Dominique A es, con total certeza, una de las voces más importantes del panorama musical francés. Y Éléor es una clara muestra de ello. Desde que empieza hasta que acaba, no hay decaída, su capacidad para regalarnos melodías adictivas envueltas en las mejores instrumentaciones es indiscutible.
Éléor cuenta con la que probablemente sea la balada más elegante que nos ha traído este año: Au revoir mon amour, una perfecta conjunción de voz, melodía, acompañamiento... Sentimiento. En esa línea más íntima tenemos también L’Océan, Éléor y Cap farvel; y por otro lado, tenemos canciones más movidas, destinadas necesariamente a convertirse en auténticos hits, como Central otago o Celle qui ne me quittera jamais.
En fin, lo único que me falta para disfrutar al cien por cien este disco es, como no podía ser de otro modo, un mejor dominio del idioma. Pero, aunque no sepas francés, Éléor es un disco que, aunque solo sea por sus virtudes musicales, merece la pena escuchar.

Froot


Ay, Marina... Qué decir de Froot. Que es un disco lleno de aciertos y fallos. Que es el mejor disco de Marina, cosa no demasiado difícil, por otro lado.
Froot se abre con Happy, una balada sobre alejarse del loco amor y encontrar la felicidad en el amor de Dios. Una canción meapilas que sin embargo no puedo dejar de canturrear por la casa y que cada vez que la escucho me emociona.
Marina cuenta con un arma muy poderosa, y esa es su voz. Una voz potentísima y sorprendentemente versátil, que igual te canta un baladón como el anteriormente citado que te saca a bailar con un rompepistas como la canción titular del disco. Sus letras siempre han sido también una parte importante de su música, y si en Electra heart y The family jewels las utilizaba para arremeter contra todo aquello que no le gustaba con un tono irónico y mordaz, aquí nos encontramos a una Marina bastante más prudente, nada de “I want blood, guts and angel cake, I’m gonna puke it anyway”.
En general, es un disco correcto, que se deja escuchar, Marina se presenta más humilde que en entregas anteriores, y su sinceridad se hace palpable a lo largo de las escuchas, en temas como I’m a ruin, Immortal, o la anteriormente citada Happy. Le falta, eso sí, un tracklist mejor trabajado, porque, una vez escuchados los cuatro o cinco singles, la calidad del resto del disco baja considerablemente, sin dejar de ser, eso sí, un disco agradable de escuchar.

Carrie & Lowell


Como Vulnicura, este es también un disco capaz de hacer cicatrizar las heridas. Es mágico. Carrie & Lowell se basa en la propia vida de Sufjan: Carrie es el nombre de su madre, bipolar, esquizofrénica y drogodependiente, recientemente fallecida; y Lowell, el del que fue su padrastro durante algunos años de la infancia de Sufjan.
La voz de Sufjan es frágil, pero está llena de esperanza. Se mueve en trance, atravesando paisajes de luces y sombras, nos dirá que todos vamos a morir, que está borracho y asustado, que quiere salvarnos de nuestra tristeza, que su hermano tuvo una hija y la belleza que ella trajo iluminó su vida... Es difícil escuchar este disco del tirón sin encontrar al menos una línea con la que sentirse emocionalmente identificado, porque emana sinceridad por todos los poros.
Musicalmente es bellísimo, Sufjan se mueve en un folk intimista adornado con algunos drones que engrandecen espiritualmente las canciones en sus tramos finales (el mayor exponente de esto es, sin lugar a dudas, el final de Drawn to the blood). Algunas de las canciones más emocionantes son Should have known better y Fourth of july, pero realmente es un disco en el que no hay una sola canción de relleno, todas son maravillosas de una forma u otra.
En resumen, uno de los discos más importantes de este año.

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