12/5/16

2015 en música, 2/4

Imagen extraída de Shigatsu wa kimi no uso, Naoshi Arakawa, 2014

ABRIL

Llega abril, el mes anterior a los exámenes, redoble de tambor, va a pasar algo, pero más adelante. En este mes llegan a mis manos dos CD, un EP de Oneohtrix Point Never que me deja sin saber muy bien por dónde cogerlo, y el nuevo álbum de Zahara, Santa.

Commissions II

Respecto al EP... Aún no sé muy bien qué decir de él. Se trata de Commissions II, la continuación a la serie de EP que comenzó en el record store day del año pasado con el objetivo de distribuir algunos de los trabajos que Daniel Lopatin va haciendo por encargo.
Consta de dos mitades bien delimitadas: Bullet Hell Abstraction I & III y Suite for magnetic rose. Las primeras dos canciones o, mejor dicho, pistas, son una locura. Una de las guitarras eléctricas más feas que he escuchado en mi vida da comienzo a una sucesión caótica de ruido y sonidos percutidos que si intentas procesar te dan dolor de cabeza. No busques melodía, ni armonía, ni nada de lo que puedas identificar con la palabra “música”. Es más como la banda sonora extremadamente descriptiva de una batalla espacial, compuesta de chasquidos de puertas que se cierran, de motores que arrancan, de fluidos alienígenas... Una cosa así. Sea como sea, supongo que estos trabajos dejan de funcionar en su integridad al ser comercializados como música, pues originalmente se debieron de exponer en relación a algo visual.
La segunda mitad la compone una pista de 20 minutos que fue originalmente lanzada como una banda sonora alternativa para el mediometraje de animación Magnetic Rose, pieza central de la colección Memories. A pesar de su extensión, es una obra bastante más accesible que las dos anteriores, por ser menos agresiva y más melódica, y sobre todo, por estar a nuestro alcance la pieza audiovisual a la que complementa. La Suite no se entiende si no es en relación a esa odisea espacial surrealista, pues es una música muy descriptiva. Podemos visualizar esa nave espacial que alberga una mansión en su interior, ese estercolero magnético en forma de rosa, y todo lo que sucede dentro, los hologramas, la cantante de ópera. Es una obra muy grandilocuente, y como tal, nos ofrece algunos de los momentos más grandiosos de la música reciente. Es una pena que no se haya comercializado una versión alternativa de la cinta original con la nueva banda sonora.

Santa


Zahara es una de las figuras más comprometidas con su público del panorama nacional actual. No hay más que coger la edición física de este disco para percatarse de ello: un montón de portadas intercambiables, dos CD con diseños exclusivos, un libro de poemas que complementan las canciones... Vamos, más monería imposible. Y en directo es un fenómeno, eso tampoco lo podemos negar, se lanza al suelo a gozarlo con la música, baila sevillanas mientras canta Leñador y la mujer América, cuenta chistes, se mete entre el público...
Aunque solo sea por esto, Zahara se merece nuestra admiración y respeto, pues no son muchos los artistas que prestan tanta atención a su público. Pero es que además, resulta que Santa, su último disco, es un discazo. No inventa nada, vale, pero consigue dar unidad y credibilidad a una colección de canciones muy variadas y absolutamente adictivas. Es capaz de sacarte una sonrisa con las locuras de Caída libre, de helarte la sangre con El frío y traerte de nuevo el calor al corazón con El deshielo, sin perder en ningún momento su autenticidad.
Sus letras tocan muchos palos, pero cuando más se luce es cuando se mete de lleno con las imágenes religiosas de las que hace gala el título del disco, y esto, lamentablemente, solo lo hace en tres canciones: La gracia, Hágase tu voluntad e Inmaculada decepción. Las letras de estas canciones son maravillosas: “No me abandonarán si me he marchado, no romperán mi corazón si lo he arrancado”; “Bebo tu sangre, que nace del centro de todos los males. Trago y bendigo sentada a la mesa: no eres de Dios ni de nadie”.
En fin, es un disco con las emociones a flor de piel, muy accesible y muy agradable de escuchar.

MAYO

Empieza a hacer calorcico, en la universidad ya no queda mucho que hacer, empiezan los exámenes, y yo me dedico a ver Shigatsu wa kimi no uso en el móvil en los trayectos de autobús de Cartagena a Murcia, recorrido que normalmente aprovechaba para escuchar música. Llegan a mis manos tres discos correctos, algunos mejores que otros, pero ninguno especialmente trascendental: son el debut de Conchita Wurst; el segundo disco de Rangleklods, Straitjacket; y el nuevo disco de Florence + the Machine, How big, how blue, how beautiful.

Conchita

No puedo acabar esta crónica sin mencionar este disco. Tampoco puedo pasar por él como por los demás discos de los que hablo en estas páginas: igual que Violet Chachki, de la que hablaré más adelante, Conchita no es música, es otra cosa, una cosa que da más importancia a su imagen y su palabra que a su sonido, una cosa que se gana su fama en un concurso televisivo. Así pues, ¿qué debemos esperar de este disco? ¿Una revolución de la música pop? ¿Un ambicioso proyecto musical? No, obviamente no. En este disco tenemos un cajón desastre de canciones correctas que en su mayoría no duran más de tres minutos, que pasan del pop sinfónico grandilocuente al dubstep y de ahí al cabaret, sin mojarse tampoco mucho en ninguno de esos géneros. ¿Vale la pena? Absolutamente. 
Este conjunto de canciones es dulce al oído y a la mente, es un disco que, en lo musical, carece totalmente de pretensiones, entretiene, hace sentir bien, y sobre todo, sirve para extender el concepto/marca/mensaje de Conchita Wurst: la aceptación de la diversidad. Por mucho que a algunos les pese, Conchita es eso y nada más, no se puede odiar a un personaje que lo único que hace es tratar de difundir un mensaje de amor y tolerancia. Desde que ganó Eurovisión, Conchita no ha estado un minuto quieta, un día está en Japón y al siguiente en EEUU y vuelta a Austria, luciendo su barba y su eye-liner a donde va. El rechazo que provoca este personaje en buena parte de la población es el motivo que justifica lo necesario de su existencia. Así pues, que siga cantando: “we have the right to speak, but we will sing, and we will dance”.

Straitjacket

Rangleklods se colaron en mi vida gracias al fantástico videoclip de Schoolgirls, se ganaron mi atención de tal manera que difícilmente podía defraudarme su nuevo disco incluyendo esa canción. Y estuvieron a punto, porque el resto de canciones en Straitjacket están bastante alejadas del sonido de Schoolgirls, lo que más abunda en este disco es la música electrónica. Y no una electrónica mediocre precisamente.
Este disco es un ejemplo de por qué la música electrónica es importante dentro de la contemporánea, de cómo puede ampliarse la paleta de sonidos y estructuras que conforman la música tradicional mediante la tecnología. Hay samples, hay ritmos imposibles, hay una variedad de timbres bastante loca, pero todo funciona como una obra coherente y efectiva, y la peculiar pero fantástica voz de Esben Nørskov en conjunción con todos esos elementos nos puede hacer pensar en otras formaciones similares como TRST o The Acid. El nivel decae en algunos temas, como en el interludio Warrior o en Degeneration, pero otras canciones como la anteriormente citada Schoolgirls, el tema titular o la curiosa Dry me out hacen del disco una experiencia muy gratificante.
Straitjacket no llegará muy lejos, pero Rangleklods es un dúo muy prometedor, habrá que seguirles la pista.

How big, how blue, how beautiful

Nunca seguí a Florence Welch hasta este año que vi el videoclip de What kind of man, uno de los primeros avances de este nuevo disco. Me conquistó con ese bukkake disfrazado de baile contemporáneo. Y esa voz tan dramática.
How big, how blue, how beautiful es grandilocuente, dramático y muy bonito, como su título indica. Es un disco variado, con sus puntos álgidos y sus decaídas, que en líneas generales mantiene un nivel de calidad bastante aceptable de principio a fin. Florence demuestra defenderse bien en la épica desbocada, gritando hasta desencajarse la mandíbula y consiguiendo que nos lo creamos, cosa que no es fácil (What kind of man, la segunda mitad del tema titular, Queen of peace, Third eye...), y también sabe cuándo apagar la luz y bajar el volumen sin perder un ápice de dramatismo (Long & Lost, St. Jude...). El problema llega cuando toca escuchar el disco entero... Da la impresión de que hay muchas pistas de relleno. Pierde credibilidad en algunos temas claramente facturados para la radio y pistas de baile indie como Hiding. No sé, es un disco decente, pero le falta algo, tal vez unidad, tal vez originalidad, quién sabe. Con todo, vale la pena darle algunas escuchas.

JUNIO

Musicalmente, junio es un mes muy relajado, el único lanzamiento que escucho de este mes es el EP debut de Violet Chachki, Gagged, la ganadora de la séptima temporada de RuPaul’s Drag Race. Es un disco en la línea de lo que hacen otras de las chicas de RuPaul, canciones que no pasan de los tres minutos y medio, con una fuerte producción electrónica, que generalmente vienen acompañadas por videoclips que amplían el universo estético de la artista en cuestión, en este caso tenemos los videos de Bettie y Vanguard. En general, es un EP bastante pobre, Violet recita sus frases sobre dominación sexual y trajes de cuero rimadas de forma naïf (“Harlequin is here to play your latex dream / Harlequin is here to play, I’ll make you scream”) sobre unas bases industriales machaconas. Lo más destacado de este disco son los videoclips, especialmente el de Bettie con esa monstruosa ama de casa estilo felices años 20.

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