Imagen extraída de 山河故人 (Mountains may depart), Jia Zhangke, 2016. |
Esta semana llegó a mis manos la última película de Jia
Zhangke, 山河故人
(Mountains may depart), una película
dividida en tres tiempos (1999, 2014 y 2025), que nos narra la vida de tres
personajes, desde sus amores de juventud hasta sus vidas adultas. Pero lo que
comienza como un film de triángulo amoroso algo naïf y sensiblero acaba
transformándose en un tratado sobre el desencanto, un ejercicio extraordinario
de reflexión crítica, una mirada dolorosa pero necesaria hacia el devenir de
nuestra sociedad.
Tao
es una chica optimista e inocente que comparte amistad con Zhang y Liangzi.
Zhang es un empresario prometedor, se acaba de comprar un coche, estamos en
China en 1999, apenas se ven automóviles por la calle, el nuevo milenio está a
punto de comenzar y Zhang está preparado para abrazar ese futuro brillante que
nos han prometido a todos. Por otro lado, Liangzi es un trabajador de una mina,
una persona humilde que aspira a ser feliz con lo que tiene. Ambos amigos están
enamorados de Tao, y Tao tendrá que decantarse por uno de los dos.
Esta
es la premisa sencilla de la que parte山河故人 (Mountains may
depart),
pero es solo eso, una premisa. A partir de estos tres personajes Jia Zhangke
construye una historia que trasciende las vidas de sus protagonistas, donde la cuestión de cómo el proceso
globalizador afecta a las relaciones humanas adquiere un papel central.
Durante
las dos horas que dura la película somos testigos de la disolución de los
personajes en su medio, y una de las virtudes de la cinta es la cantidad de
recursos con los que cuenta su autor para transmitirnos esa sensación de
desindividualización, algunos tan sutiles como los cambios de ratio entre las
tres secuencias temporales en que se divide la trama principal (al comienzo los
personajes quedan enmarcados en un antropocentrista ratio 4:3, y al finalizar
la película contemplamos el mundo en visión panorámica, más apta para observar
paisajes que para observar personas).
Otro
recurso destacable en el desarrollo de la película lo constituyen las escenas
intercaladas, que nos permiten tomar cierta distancia del trío protagonista y
sumergirnos en el mundo en el que se desarrolla la trama. Especialmente interesante
resulta la escena en la que un avión se estrella contra el suelo, quedando
destrozado ante los ojos de Tao, que no hace nada. Vemos cómo ocurre esto en un
momento determinado de la película, y no volvemos a saber nada de este suceso.
Estamos acostumbrados a que pasen cosas muy bestias a nuestro alrededor y las
aceptemos como algo normal, apartar la vista si eso, pasar a otra cosa. Otras
escenas intercaladas que enriquecen la película son las dos en las que aparece
el niño con la lanza caminando por la calle solo, nunca sabemos a dónde va ni
de dónde viene, ¿a por el enemigo? Es curioso que, la primera vez que aparece,
es un niño y atraviesa una calle muy concurrida (pero a pesar de haber tanta
gente, está perfectamente claro que el niño está solo), y cuando vuelve a
aparecer ya es un adulto, pero sigue caminando con su lanza al hombro, aunque
ya no hay gente por la calle. Este niño podría ser representación de un pueblo
que avanza hacia el progreso sin darse cuenta de que tal progreso no es más que
un espejismo, y al final solo le queda la necesidad desesperada de avanzar,
aunque sea evidente que ese avance es improductivo, que lo lleva directamente hacia
la nada. Admite muchas interpretaciones la presencia ocasional de este
personaje, pero está claro que este tipo de escenas no son simple relleno,
cumplen una gran función simbólica.
Imagen extraída de 山河故人 (Mountains may depart), Jia Zhangke, 2016. |
Imagen extraída de 山河故人 (Mountains may depart), Jia Zhangke, 2016. |
En
la última secuencia temporal, la de 2025, cobra gran importancia la cuestión
del lenguaje asociada a la pérdida de una identidad nacional (e incluso
familiar). Vemos cómo un niño que desde su mismo nacimiento ha sido marcado con
el hierro candente del capitalismo (su nombre es Dólar) no es capaz de
comunicarse con su propio padre y precisa de la intervención de una traductora.
Por supuesto, la del lenguaje no es la única barrera que se interpone entre
estos dos personajes, pero es una barrera importante, es un síntoma de los
tiempos: al final, todo lo que queda es soledad, un mundo en el que todos están
comunicados, pero terriblemente solos. Lo único que alivia al espectador en
este tramo de la película es la relación amorosa intergeneracional que surge
entre dos personajes, una de esas que raramente vemos en el cine, tratada con
sensibilidad y naturalidad (quitando películas como Gerontophilia (Bruce LaBruce, 2013), Harold & Maude (Hal Ashby, 1971) y 言の葉の庭 (The garden of words) (Makoto Shinkai, 2013), no son muchos
los ejemplos en los que este tipo de relaciones se traten como algo sano y natural,
cuando aparecen relaciones de este tipo suelen seguir más el esquema de El graduado (Mike Nichols, 1967), que no
favorece en absoluto a la eliminación del tabú y normalización de esta
realidad). La relación que surge entre estos dos personajes es lo más humano
que encontramos en ese mundo deshumanizado, la mujer mayor aporta la esperanza
de un retorno a los orígenes, ella es el puente que puede conectar a Dólar con
su propia cultura perdida, le puede ayudar a recuperar a su familia y salir de
su vida automática, ese vacío existencial en el que se encuentra sumergido y
que le impide tener aspiraciones.
Para
finalizar esta reseña, con la que al fin queda inaugurada la sección de cine de
Espacio coyote, habría que hacer
mención también al empleo de la música, y más concretamente, al uso que se hace
de Go west, la canción de los Pet
shop boys, una canción que surge al inicio de la cinta como una promesa de
futuro y prosperidad y que se repite más adelante con un significado totalmente
distinto, aportando una fuerza emocional a las imágenes muy difícil de
conseguir de ningún otro modo. Iremos a
occidente, allí donde la vida es tranquila, iremos a occidente, al aire libre,
iremos a occidente, donde el cielo es azul, iremos a occidente, eso es lo que
haremos. No hace falta decir más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario