12/5/16

2015 en música, 4/4

Imagen extraída de Mulholland drive, David Lynch, 2001

OCTUBRE

Los últimos meses del año han sido especialmente ricos en lanzamientos: lo último de John Grant, Oneohtrix Point Never, Joanna Newsom, Grimes, Arca, Christine and the Queens, Lubomyr Melnyk, Beach House (sí, otra vez)... Uno no da a basto, y lógicamente muchos se me quedarán en el tintero, pero bueno, qué le vamos a hacer. Este mes de octubre en concreto hemos tenido algunos lanzamientos que se han quedado un poco al margen, entre ellos el Thank you lucky stars de Beach House y el debut de Princess Century, proyecto en solitario de Maya Postepski (antigua batería de TRST), ambos discos con muy buena pinta (más el segundo que el primero) pero que no he escuchado lo suficiente como para dar mi opinión al respecto. Los que sí han sonado bastante en mi móvil han sido lo nuevo de John Grant, Grey tickles, black pressure; el retorno de Joanna Newsom, Divers; el fantástico debut de Nicole Dollanganger, Natural born losers; y la versión internacional de Chaleur Humaine, el debut de Christine and the Queens.

Divers


Joanna Newsom salió de un cuento de hadas, con una barita mágica, rodeada de mariposas y flores de colores que desprenden polvos mágicos de la alegría. Esa era la clase de imágenes que evocaba la música de Ys, el primer disco de Joanna Newsom, allá por 2006, con su harpa y sus cuerdas y su vocecilla. Ahora, en este Divers... También, pero menos. El reino de las hadas está en crisis. Los monstruos del páramo soplan con todas sus fuerzas y llevan consigo una niebla densa y fría que marchita las flores y hace enfermar a las criaturas del bosque. Es invierno, y Joanna Newsom cose un harpa de cabellos dorados y heladas lágrimas, se prepara para cantar el declive de su reino.
Este disco es muy distinto de Ys, también es distinto de su predecesor inmediato, Have one on me. Está compuesto por once canciones que van desde los dos minutos hasta los siete. Hay harpa, pero también hay piano (mucho piano, de hecho), guitarra, teclado, batería, instrumentos de viento... Es un disco mucho más variado que Ys (establezco siempre la comparativa con Ys porque nunca me llegué a meter del todo en Have one on me). Tiene algunos momentos de absoluta belleza, como la canción titular, o la inicial, Anecdotes; o la final, Time, as a symptom. Otras canciones apelan a otro tipo de emoción menos estática, como Sapokanikan o Leaving the city. En ocasiones es difícil hacer el oído a lo que estás escuchando, como en Goose eggs, en la que suena lo que parece ser un clavicordio (¡¿!?) acompañado por un piano, un teclado, una batería y una guitarra.
Sea como sea, una vez aceptados los caprichos estéticos de Joanna Newsom, te das cuenta de que estás ante un disco original, compacto y de agradable escucha, un firme paso al frente de su autora.

Christine and the Queens

Christine ha sido uno de mis grandes descubrimientos del año. Una artista defensora de la teoría queer, con buen gusto y grandes aptitudes artísticas, que si quiere llegará muy lejos, ‘cause she got iT.
Este lanzamiento internacional de Chaleur Humaine, rebautizado como Christine and the Queens, con un tracklist más o menos alterado y una mayor presencia del inglés en sus letras, es una gran muestra de buen pop. No hay un solo instante en el que la calidad musical decaiga: con unos arreglos minimalistas, Christine sabe cómo jugar con los silencios para crear canciones ultrapegadizas y elegantes que le sirven para explorar diferentes aspectos de su personalidad y su pensamiento.
El disco se abre con toda una declaración de intenciones, iT, donde canta “She wants to be a man / but she lies / she wants to be born again / but she’ll lose / she draws her own crotch / by herself / but she’ll lose / because it’s a fake”. El camino hacia la identidad sexual se plantea lleno de dudas, sabe que no es fácil, que tendrá que enfrentarse a otros y a sí misma, pero está decidida a recorrerlo pese a todo: “she’s a man now, and there’s nothing we can do to make her change her mind, she’s a man now”.
Otro gran momento del disco es Jonathan, canción que canta con mi queridísimo Perfume Genius, una balada sobre el sentimiento de tristeza e impotencia que se siente al estar enamorado de alguien que no puede amarte libremente por vergüenza, “seulement la nuit, et pourquoi seulement la nuit? Je sais que tu ne répondras pas”.
El disco está lleno de éxitos, como Paradis Perdus, con esa mezcla genial del tema clásico francés con los versos de Kanye West, convertidos en un lamento desgarrador que funciona a la perfección bajo la magia de Christine; o Saint Claude, otra balada preciosa sobre el momento de la separación, “here’s my station, but if you say just one word I’ll stay with you”; o No harm is done, con ese feat de Tunji Ige, una de las pocas ocasiones en las que la incorporación de algo de hip hop a un tema pop me ha parecido correcta.
Otro de los muchos detalles que hacen a Christine maravillosa es su universo estético, los videoclips que acompañan a muchas de las canciones, con una iconografía minimalista y elegante, reflejo de la ambigüedad sexual, del lienzo en blanco que es Christine, su cuerpo, su música, un lienzo en el que vuelca sus emociones, y de ahí nacen los videos. De ellos, destacaría especialmente el de Paradis perdus y el de Jonathan.
Sin duda, este es un grandísimo disco, conceptualmente hablando; y musicalmente impecable, aunque siempre es posible mejorar, tal vez con algo más de riesgo, quién sabe, tal vez debería explorar sonidos más innovadores más adelante. Pero para ser su carta de presentación al mundo, Christine and the Queens es perfecto.

Natural Born Losers

Natural born losers no es una experiencia agradable. Es una ventana al interior de una mente torturada y retorcida que roza la psicopatía. A no ser que no prestes atención a las letras, en ese caso puedes ir tranquilo: Natural born losers es precioso. La voz de Nicole es la de una muñequita, dulce, aguda y melódica, y se mueve con una cadencia melancólica entre guitarras acústicas recreando unos paisajes sonoros fríos muy bellos. Nada que no hayas oído en otras bandas de rock alternativo como Raised by swans o los temas más acústicos de Brand New. Pero hay que mojarse, la gracia está en las letras.
En líneas generales, el contenido de Natural born losers son escenas de violencia, sexual o no, en un clima de decadencia, el deep south de los EEUU, descritas con un lenguaje poético, a veces de una belleza siniestra, a veces decadente, a veces escalofriante. Uno de los momentos más inspirados del disco es Angels of porn II, donde Nicole se pone bajo de la piel de una mujer forzada a trabajar en la industria pornográfica que desea su muerte pero teme arder en el infierno por sus actos: “I’d give my body to satan / if I could only keep my soul / but I can’t seem to find the split / between them anymore”, “Your fingers up inside of me / feel like fingers down my throat / Everything is fine in heaven / but I’ll never get to know”.
El disco se abre con Poacher’s pride, tema en el que describe cómo caza y tortura hasta la muerte a un ángel. En Mean, canta cómo su novio le pega y cómo ella lo acepta con pasividad, canta esa escalofriante frase de “there’s nothing you could do to me I wouldn’t do to myself”. Otras canciones destacables son You’re so cool, White trashing, y American tradition, en las que persiste ese tono decadente y violento.
En general es un disco que mantiene un nivel de calidad alto durante toda su duración, si bien puede caer un poco en la monotonía pasadas unas cuantas canciones, cuyo encanto, aunque resulte extraño decirlo así, recae en sus letras.

Grey tickles, black pressure

John un día me matará del disgusto, pero lo tengo que querer. Cuando vi la portada de Grey tickles, black pressure sentí una mezcla de horror y vergüenza ajena de la que creí que no me podría recuperar. Cuando escuché por primera vez el disco me sentí bastante incómodo, lo que estaba escuchando era demasiado hortera para ser John Grant. Bueno, ¿lo era?
Ciertamente, este disco puede suponer un golpe en la cara para quien espere otro Queen of Denmark, no debemos perder de vista Pale green ghosts a la hora de afrontar la escucha de este disco, y sobre todo, no debemos olvidar temas como Blackbelt y Sensitive new age guy, porque el germen de Grey tickles, black pressure está ahí. Snug slacks es el mayor exponente de ese sonido hortera y decadente, un tema más recitado que cantado, con una base rítmica que podría estar sacada de un capítulo del inspector Gadget.
Grey tickles, black pressure es el disco más crudo de John Grant. Se abre con una pista de audio en la que distintas voces recitan de forma dogmática, en distintos idiomas y a la vez, unas palabras sobre el amor, creando un clima asfixiante y opresivo. Esto es nuevo en él. Pero pasado el susto inicial, podemos encontrar al John de siempre en la segunda pista, en la que se ríe de sí mismo y de sus miserias haciendo gala de esa capacidad compositiva que nos enamoró en Queen of Denmark y nos mantiene enganchados desde entonces.
En este disco encontramos una diversidad de sonidos enorme, mayor que en Pale green ghosts, hay funk, hay glam, hay pop-rock radiofónico, hay torch song, hay balada épica, hay tecnopop... John nos regala aquí algunas de sus mejores canciones, como Geraldine, Disappointing, Global Warming, Down here, o Grey tickles, black pressure. En el análisis lírico no me voy a meter porque aún no he tenido tiempo de profundizar en las letras, pero estoy seguro de que no defraudarán, he oído por ahí alguna mención a Hitler y a niños con cáncer que fijo que tienen su razón de ser.
En fin, Grey tickles, black pressure es un disco extraño, de más difícil escucha que otros discos de John Grant, pero que gana y gana con cada escucha, llegando a convertirse en un disco adictivo, divertido y triste a la vez, de los que enamoran y no dejan escapar.

NOVIEMBRE

Ya casi llegamos al final del año, estamos en noviembre y siguen lloviendo importantes lanzamientos, entre ellos se encuentra Art angels, el último disco de Grimes, un disco que generó grandes expectativas pero que a mí personalmente no me ha gustado nada. Por otro lado tenemos el último disco de Oneohtrix Point Never, Garden of Delete; el de Anna von Hausswolff, The miraculous; y el debut de PAPAYA, No me quiero enamorar, de los que sí que vale la pena hablar un poco.

No me quiero enamorar

No mentiré: empecé a escuchar PAPAYA porque me hacía gracia el nombre y nada más. Pero una vez empecé a escucharlos, me sorprendió lo que encontré. En primer lugar, me sorprendió la voz de Yanara, una voz con personalidad propia, grave, femenina y sensual, que lo que no tiene de melódica lo tiene de expresiva. En segundo lugar, lo inmediato de la música, No me quiero enamorar es un conjunto de canciones que con un par de escuchas nos sonarán como canciones que te hubieran acompañado toda la vida, tal vez sea por esa variedad de recursos e influencias, tal vez sea por lo directo de sus letras, tal vez por su ritmo, no lo sé, sea por lo que sea, temas como Cosas fascinantes y sencillas, El rey de las camas, Obsesiones, Ahumar, Mira su fuego o la espléndida No se dormirán te atrapan de tal forma que no quieres salir.
Parte del gancho de No me quiero enamorar está en sus letras, versos que hablan del amor como todos lo podemos haber sentido, lejos de Hollywood, pulsiones sexuales caprichosas y generalmente fatídicas, frustración, miedo y deseo. Destacaría especialmente el tema que abre el disco, con ese maravilloso estribillo que se repite una vez “Y te es más fácil / volverte solo a casa / y aunque no esté hecha la cama / y sin nadie a quien despertar: / ya me cansé / de todas esas locuras; / si lo hacemos, que sea a oscuras, / no me quiero enamorar”. Verdades como puños.
Además, como decía anteriormente, es un disco muy variado, aunque el tono imperante sea ese pop/rock ochentero cercano a bandas como Alaska y los Pegamoides, hay muchos otros sonidos, hay mucho exotismo (Caballo de sal, El secreto), hay hip hop (Carne de carroña, por otro lado, la peor canción del disco con toda probabilidad), hay darkwave (El alimento del alma)...
En resumen, un disco fresco, con gancho, que no debería faltar en ninguna lista de lo mejor del año a nivel nacional.

The miraculous

Es de noche. Estás solo, desnudo, hace frío, no sabes dónde te encuentras, estás rodeado de árboles, a penas se ve la luna entre las ramas, y escuchas los bramidos de animales salvajes a lo lejos. Hay huesos de ganado en el suelo, no son recientes, todo lo que hueles es la tierra húmeda bajo tus pies. Comienzas a moverte para entrar en calor, necesitas encender un fuego o morirás de frío. The miraculous es el fuego, pero también es el frío, es la luna, son los árboles, los huesos, la tierra.
Anna von Hausswolff ha entregado el mejor trabajo de su carrera, y probablemente uno de los mejores discos de este año, ha sentado las bases de su propio género músical, ha sabido utilizar el sonido como una extensión física de su alma. The miraculous es un lugar mágico que se amolda a la mente del oyente, es agua y mármol.
Hace un par de años, Anna irrumpió en el panorama internacional con un inusual disco de música pop, Ceremony, inusual porque el instrumento que predominaba en todas las canciones era el órgano. En Ceremony se dejaba entrever lo que se nos venía encima, temas como Deathbed o Ocean, con sus desarrollos largos y progresivos son lo más cercano que hay a la música de The miraculous, pero incluso esas canciones están a años luz de la grandiosidad de Discovery y Come wander with me / Deliverance. El órgano sigue presente en The miraculous, pero es distinto, su sonido es más flexible, y viene acompañado por toda una banda con la que dialoga y se funde de un modo orgánico.
The miraculous está estructurado en tres partes fundamentales, cada una de estas cuenta con un tema central más extenso y dos complementarios más breves. Los tres pilares centrales de este disco son las anteriormente citadas Discovery y Come wander with me / Deliverance, y la pista titular, The miraculous. Cada una de ellas es distinta de la anterior, pero todas comparten la misma alma, ese halo de magia y misterio que rodea al disco. Discovery es la más cercana a lo que hacía Anna en Ceremony, una canción extensa con una larga introducción instrumental que allana el terreno para el in crescendo emocional final con la voz de Anna. Come wander with me / Deliverance es otra cosa, es un tema más cercano al rock que al pop, pero no a un rock formulario de andar por casa, sino a un rock chamánico, animal, algo similar a lo que llevan haciendo Swans en sus últimos trabajos, un rock progresivo movido por la pasión pura. Por último, tenemos The miraculous, el tema más abstracto, etéreo, experimental, ambiental, como queramos llamarlo, del disco. Son diez minutos en los que Anna va pulsando las teclas del órgano y manteniéndolas pulsadas para crear drones que se entrecruzan con su voz recreando un ambiente denso, a ratos opresivo, a ratos revelador, y en todos los sentidos trascendente.
Las tres pistas centrales van acompañadas de otras menores, algunas son pistas de transición, otras funcionan como grandes canciones por sí solas (como la extraordinaria Evocation), que sirven a Anna para engrandecer el universo de este disco y explorar nuevos sonidos en cada tema, experimentando con su voz en The hope only of empty men, invocando sonidos fantasmagóricos como los de Pomperipossa, etc. El disco finaliza con Stranger, una balada perfecta para ordenar todos los pedazos de nuestra alma tras haber pasado por los nueve niveles del infierno con el resto del disco.
Este disco es una joya, un viaje espiritual a un lugar lejos del ruido, donde reencontrarse con uno mismo más allá del espejo. Lo único que se le puede recriminar es ser demasiado corto, a pesar de sus cincuenta minutos de duración, cuando acaba te deja una sensación de vacío, quieres más, quieres emborracharte de The miraculous hasta tener que vomitar, como sucede con los discos de Swans. En fin. Maravilloso, y muy, muy recomendable.

Garden of Delete

La adolescencia es una puta mierda, y sin embargo, me encanta volver a ella una y otra vez. Un adolescente es una bomba química impredecible, siempre a punto de estallar. Es el periodo de la vida en el que te vuelves idiota y haces gilipolleces sin pensar, también el momento en el que tienes tus ideas más brillantes, son los años en los que te conviertes en la persona que vas a ver en el espejo todos los días al levantarte durante el resto de tu vida. Ha sido tratada por muchos en la literatura, tenemos a Sallinger con su Guardián entre el centeno, a Joyce con el Retrato de un artista adolescente, y sin irnos tan lejos, a Joe Dunthorne con Submarino, a Charles Burns y el Agujero negro... No nos faltan los ejemplos, y es que probablemente la mayor fuente de inspiración artística sea la adolescencia.
En su cuarto disco dentro del proyecto Oneohtrix point never, Daniel Lopatin decide volcarse en este tema, y lo hace sin escatimar medios: falsas cuentas de twitter, blogs, documentos ficticios filtrados... Ha creado un universo en el que Garden of Delete es la piedra central en torno a la que gira todo, la causa y el efecto. Y es una obra maestra.
¿Cómo hacer un disco conceptual, que trate de explorar los sentimientos y emociones propios de la adolescencia, sin utilizar la palabra para ello? No olvidemos que la música de Lopatin es eminentemente instrumental, y si bien es cierto que en este Garden of Delete abunda más que en sus predecesores la palabra hablada, sigue sin ser una pieza central en la música como lo es en la música convencional, aquí todo se expresa mediante sonidos no-humanos. Como otros trabajos de Oneohtrix point never, es lo más alejado de la humanidad que, sin embargo se percibe como absolutamente humano.
¿Y cuál es la visión que aporta Lopatin sobre la adolescencia en este disco? Pues una muy personal, llena de sufrimiento, soledad y odio, el adolescente que se plantea en este disco es uno que se siente absolutamente alienado. En el universo del disco, este adolescente se materializa en Ezra, el extraterrestre alter ego de Lopatin. Ezra es un alienígena que llega a la tierra y trata de emular el comportamiento humano y fracasa. Una de las claves para la construcción de este personaje es la música: ante el sentimiento de aislamiento en el que se encuentra sumergido, Ezra se refugia en la música, se obsesiona con ella, toma a una banda de metal (Kaoss Edge) como ídolo supremo, y esto le aporta consuelo, pero también lo aísla aún más del mundo, algo similar a lo que ocurre con el amor.
El disco se vertebra en dos mitades más o menos delimitadas. La primera abarca desde la introducción hasta Mutant standard, siendo este el tema de transición hacia la segunda mitad. Si podemos hablar de hits en la música como la concibe Lopatin, los tenemos en esta primera parte. Una vez pasada la breve introducción, con esas risas demenciales, casi demoníacas, Ezra nos asalta con lo que podríamos llamar el mejor comienzo de un disco en toda la historia de la música, y disculpad lo hiperbólico, pero es que es brutal, esos silencios tan abruptos, y sin embargo tan necesarios, que levantan poco a poco un tema lleno de matices, de timbres, con una construcción ejemplar que progresa desde su planteamiento inicial hasta la catarsis final con esa guitarra dialogando con el sintetizador... Es brutal, absolutamente brutal. A continuación, ECCOJAMC1 funciona como interludio hacia Sticky drama, la canción más convencional del disco, la interpretación retorcida de Lopatin de lo que es un hit. Esta viene además acompañada por un videoclip en el que el mundo de G.o.D. cobra al fin vida, vemos el rostro desfigurado de Ezra y nos ponemos bajo su putrefacta piel, “what’s wrong with the world?” Hay muchos elementos que vale la pena analizar de ese videoclip, pero aquí solo nos detendremos en la música, porque necesitaría otras treinta páginas solo para dedicarme a hablar del universo de G.o.D.
Mutant standard es la pieza central del disco, una odisea cibernética que nos transporta de ese esteticismo caótico que caracteriza a la primera mitad del disco hacia la segunda mitad, de tono más reflexivo y melancólico a mi parecer. En Mutant standard se dejan caer algunas de las claves del disco, esos diálogos en los que oímos frases más o menos lúcidas como “I’m just walking on this planet, this is not my house”.
A partir de Child of rage, el disco se oscurece notablemente. Destacaremos de esta segunda mitad esa canción y Freaky eyes, porque si no hacemos selección no acabaremos nunca. Child of rage se inicia con unas palabras extraídas del documental del mismo nombre, oímos la siguiente conversación entre una niña y un adulto:
-Who’s afraid of you, Beth? -John. -Your brother... And what is your... Why is your brother afraid of you? -’Cause I’ve hurt him so much...
Y a continuación suena lo que podríamos llamar una nana a la manera de OPN. Creo que es una de las obras más enternecedoras que ha firmado Lopatin, es su forma de decir que incluso las personas más conflictivas sufren y tienen un motivo para actuar del modo en que lo hacen, es el puto Beautiful de Oneohtrix point never. Deberían ponerla en los centros comerciales en navidad, joder. Si tuviera que ponerle una letra, sería esta:
Abro los ojos y no veo nada
Miro hacia dentro, buceo,
Busco una voz soñada
Con cuernos de cabra y rostro sereno,
Canto de mis entrañas,
Una nana y un lamento,
Una rosa mutilada,
La muerte del sentimiento.
La otra canción que destacaré de esta segunda parte es Freaky eyes, un tema ultracinematográfico que condensa en seis minutos y medio todo aquello que es capaz de hacerte sentir la música de Lopatin: delirio, angustia, amor, tristeza, alegría, dolor, desasosiego, esperanza... Está dividida en múltiples secuencias, algunas cortadas de manera abrupta, como la del órgano, que puede traer a la memoria la banda sonora de Interstellar, otras evolucionan más progresivamente, como los tramos finales, con esas distorsiones conectándolo todo.
En fin, con este disco siento que las palabras se me quedan cortas, que no me vale el lenguaje descriptivo para transmitir ni una minúscula parte de lo que significa este disco para mí, de las capas y capas de profundidad que percibo al escucharlo, así que en lugar de seguir dando palos de ciego os animaré a escucharlo, a que descubráis lo que este disco tiene que ofreceros.

DICIEMBRE

Parecía que no iba a llegar, pero he llegado, el tiempo presente, aquí en mi casa, en 2015, a menos de 48 horas de 2016, otra vez con los exámenes a la vuelta de la esquina, esto acaba como empezó, al menos aparentemente (sería de necios creérselo), ha habido discos este mes, no os creáis, ahí está el Rivers and streams de Lubomyr Melnyk esperando a que le eche el diente, pero tendrá que esperar al año que viene. Hasta aquí llega mi análisis musical del año, a continuación tenéis mi top 5 discos de 2015, y mis mayores deseos de que el próximo año sea aún mejor. Felices fiestas.

MI TOP 5

#1 GARDEN OF DELETE, de Oneohtrix Point Never
#2 THE MIRACULOUS, de Anna von Hausswolff
#3 CARRIE & LOWELL, de Sufjan Stevens
#4 VULNICURA, de Björk
#5 GREY TICKLES, BLACK PRESSURE, de John Grant

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