Portada de A moon shaped pool, 2016 |
Enfrentarse
a la escritura de la reseña de un disco como este impone. Eso es un hecho.
Radiohead es un nombre que aún suena con mucha fuerza en el mundo musical, tras
más de veinte años haciendo música y nueve discos a sus espaldas, la banda de
Abingdon constituye toda una institución del rock alternativo. A lo largo de su
carrera han ido sembrando admiradores por todo el mundo, de manera que la
aparición de este nuevo disco casi por sorpresa tras cinco años de espera ha
supuesto todo un acontecimiento. Había unas expectativas muy altas puestas en
este disco. Por suerte, ha superado la prueba con éxito.
Recuerdo
comenzar mi análisis musical del año pasado hablando de la propiedad sanadora
de la música, con discos como Vulnicura
(2015), Queen of Denmark (2010), Carrie & Lowell (2015) y Learning
(2010) como algunos ejemplos de la existencia de esa propiedad. Podríamos
alargar la lista con este A moon shaped
pool, pero nos quedaríamos un poco cortos, porque este disco es como un
prisma emocional que refleja miles de destellos de colores, todos distintos,
todos cambiantes dependiendo del punto desde el que se mire. Efectivamente,
este es un disco que cura el alma. Y soy consciente de lo pedante que puede
sonarles a algunos esa expresión, pero también lo soy de su utilidad:
entendamos alma como el espectro de
todos nuestros estados mentales, y una vez tomado ese concepto, hagámosla
añicos. A moon shaped pool nos
ayudará a repararla. Puedo dar fe: el exceso de realidad destroza el alma, y este
disco ayuda a curarla, te ayuda a reconciliarte con el mundo y te prepara para
que puedas volver a la carga, echarle huevos y levantarte de la cama. Cómo lo
hace es un misterio.
Supongo
que una de las claves de este disco es su capacidad sintetizadora: este disco
es Radiohead. Es todo Radiohead desde Pablo
Honey hasta The king of limbs, es
un repaso a todos los aciertos, a todo lo aprendido, pero también es una
evolución, un paso adelante, es el sonido que deberíamos exigirle al presente.
Radiohead ha crecido, ahí tenemos las cuerdas percutidas de Burn the witch que tanto suenan a lo
mejor de Owen Pallett; o esa balada preciosa llamada Glass eyes que nos lleva directamente a Interference, de Thom Yorke; o la monumental Ful stop, que nos lleva de vuelta a Hail to the thief (2003), aquel disco en el que electrónica y rock
se aliaron por primera vez en perfecta simbiosis para luchar contra el mundo.
No quiero hacer de esta reseña una lista, pero esto se podría alargar mucho, es
fácil echar la vista atrás con este disco y volver a otros discos de Radiohead
con él.
Otra
de las claves de A moon shaped pool
es el equilibrio. Es un disco que, siendo muy variado, en ningún momento suena
excesivo ni disonante: todo fluye. Burn
the witch abre el disco con una pista incendiaria sobre la paranoia y el
control de las masas, acaba con un in
crescendo frenético y, a continuación, silencio: comienza Daydreaming, la primera balada del
disco. Dos canciones, dos mundos: y sin embargo, el orden es el apropiado, el
equilibrio está ahí, no hay nada dejado al azar. Daydreaming es una canción que nos habla sobre el idealismo, bueno,
más que hablarnos de él lo destruye, nos saca de la caverna de Platón y nos
enfrenta a un mundo que no es hermoso. Este disco está lleno de luces y sombras, que juntas forman
un claroscuro hipnótico, como un péndulo.
Otra
clave interesante es la importancia de la banda: Thom Yorke no es Radiohead,
Atoms for peace no es Radiohead, Johnny Greenwood no es Radiohead: un disco
como este sólo es posible con la suma de todos sus miembros. Y no es algo de lo
que podamos gozar muy a menudo, es como una alineación de los astros. Canciones
extraordinarias como Present tense no
serían posibles sin la percusión de Philip Selway, The numbers no sería posible sin las cuerdas de Johnny Greenwood, Ful stop no sería posible sin la
producción de Nigel Godrich, Desert
island disk no sería posible sin la guitarra de Ed O’Brien, baladas como Glass eyes y True love waits no serían posibles sin la sensibilidad de Thom Yorke…
En fin. Cinco años han tenido que pasar, y ha habido música, todos los miembros
de la banda han estado metidos en sus proyectos, pero no es lo mismo, hacía
falta un nuevo disco de Radiohead, hacía falta una nueva alineación de los
astros.
La
última clave para explicar la capacidad sanadora de este disco es la magia. No
podemos explicarlo sin la magia. Que cuando salió este disco empezara a llover
en Murcia es magia. Que escuchando este disco se curaran parte de mis heridas
es magia. Que tras veinte años tocándola en directo hayan decidido grabar en el
estudio True love waits es magia.
Escuchar este disco bajo la lluvia, y reitero, en Murcia en mayo, es magia.
En
fin, recibir un disco como este es un regalo maravilloso. Habrá que
disfrutarlo.
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