31/5/16

Je veux pas qu'tu partes, ça va me faire mourir: Reseña de Trois souvenirs de ma jeunesse (Nos arcadies), de Arnaud Depleschin

Imagen extraída de Trois souvenirs de ma jeunesse (Nos arcadies), Arnaud Desplechin, 2015.
Sin el amor, dudo mucho que pudiera existir el arte. Entiendo como amor a esa fuerza irracional que nos arrastra irremediablemente a perseguir un objetivo ideal que es el origen de toda nuestra dicha y nuestra miseria. Por eso el arte es eterno: nunca perfecto. Y el amor, también: nunca satisfecho. Así pues, si todos somos alguna vez presas de esa fuerza titánica, si eso es en buena parte lo que nos hace humanos, todos deberíamos de ser capaces de empatizar con los protagonistas de esta película: Trois souvenirs de ma jeunesse, subtitulada Nos arcadies.

La última película de Arnaud Desplechin es una de las más románticas, en el sentido delirante del término, que, a juicio de un servidor, nos ha dado Francia últimamente. En sus dos horas de desarrollo, Trois souvenirs de ma jeunesse hace un recorrido por algunas escenas de la vida de Paul Dédalus, centrándose en su historia de amor con Esther, que ocupa casi la totalidad del metraje. Paul se nos presenta como un personaje en parte determinado por sus circunstancias. Una infancia difícil tendrá consecuencias en su adolescencia y en su juventud, y su vida será como una gran bola de nieve en la que los recuerdos lo acompañarán hasta la adultez, desde la que echará la vista atrás sobre sus años pasados. Pero todo esto no nos interesa demasiado. Nos interesa Esther, el objeto de la obsesión de Paul Dédalus, uno de los personajes femeninos más atrayentes que he visto nunca en una película.

Imagen extraída de Trois souvenirs de ma jeunesse (Nos arcadies), Arnaud Desplechin, 2015.
Esther, interpretada por la guapísima y jovencísima Lou Roy-Lecollinet, es un personaje con muchas capas. En un inicio, se nos presenta como una mujer confiada, segura de sí misma, capaz de obtener lo que sea de quien sea, una femme fatale capaz de tener a varios hombres a sus pies al mismo tiempo sin dar tregua a ninguno, y capaz de romperles el corazón por cualquier giro caprichoso del destino. Hasta que conoce a Paul. La unión de estos dos personajes hará que sus vidas cambien para siempre. La atracción se convertirá en deseo, el deseo en pasión, la pasión en amor, el amor en necesidad, la necesidad en delirio, el delirio en enfermedad, y la enfermedad…

Imagen extraída de Trois souvenirs de ma jeunesse (Nos arcadies), Arnaud Desplechin, 2015.
Puede parecer hasta ahora que estoy hablando de una cinta romanticona del montón, sin nada que la haga especial, y quién sabe, a lo mejor lo es, su guión es desequilibrado (de esos tres recuerdos de juventud, dos de ellos se resuelven en treinta minutos y el tercero se desarrolla durante una hora y media), los personajes son a veces incoherentes con sí mismos, llenos de contradicciones… ¿Pero acaso es la vida perfectamente equilibrada, acaso no somos un amasijo de contradicciones? Aunque habrá quién me lleve la contraria, yo pienso que esta es una película realista, que este tipo de amor, o mejor dicho, esta forma de percibir el amor, existe, y no hay mejor forma de reflejarla en el cine que como lo hace Arnaud Desplechin en esta película. La historia de Esther se dilata en el tiempo, se lleva al extremo, se hiperboliza hasta hacerte estallar el corazón, porque así es el amor adolescente, ese rapto, esa soberbia y ese idealismo febril; esta película capta a la perfección ese enamoramiento adolescente capaz de hacer que te falte el aire, que sientas que te mueres si no estás con la persona a la que amas.

Imagen extraída de Trois souvenirs de ma jeunesse (Nos arcadies), Arnaud Desplechin, 2015.
Para lograr esa sensación de estar al borde del precipicio, ese sentimiento desbocado, el director se vale de la música en los momentos más delicados; se vale también de un lenguaje lleno de adornos y ripios, hace que sus personajes hablen como si estuvieran en una novela, con ese uso de las cartas, esos monólogos románticos de Paul como el de la escena del museo, en la que compara a Esther con todos los elementos de una obra de arte; se vale asimismo de la fotografía, con esos planos maravillosos de París, y lo siento por escribir así, sin parar, sin usar prácticamente puntos, pero así debe hablarse de una película como esta, dominado por la fiebre del romanticismo, se debe escribir con una verborrea incontrolable que te lleve a alargar las frases hasta el infinito porque los sentimientos te sobrecogen y no hay manera de expresar todo lo que sientes así que empiezasaescribirtodoloquesetepasaporlacabezaypormuchoquelointentasnopuedesniaproximartesiquieraaloquequieresdecir.
En fin. Así es Trois souvenirs de ma jeunesse. Una película imperfecta para amantes imperfectos. Amen, así, sin tilde. No me digan que no se lo avisé.


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